jueves, 30 de octubre de 2008

y ellos siguen soñando...

Algo de brillo

atraviesa lo celeste que

cubre todo el

intervalo atmosférico.



Me cubro con montones de

seres que surcan mi terreno

y a veces giran a mirarme,

a mirarse.



Doy vueltas alrededor

de cada perecedora existencia

y me duermo sobre el

árbol de la vida.



Les sujeto las manos

y ni siquiera huyen,

no saben que estoy ahí,

en ellos, sobre ellos...



El celeste está tan pálido

que es casi blanco.

Yo sigo hurgando

y ellos siguen soñando.

...

No te culpo por herirme,

te culpo por no poder perdonarme.

¿Qué te hace pensar que no te quiero?,

tu propia duda sobre vos mismo o mi

indiferencia constante.

No sé que hacer para retenerte,

porque que estés tan quiero cerca de mí,

no te deja mas que quieto.

Quiero quedarme pero no sé

como preguntarte, cómo.

Para volver a mirarte.

Estoy aquí mirándote

sin verte,

para volver a mirarte

y ver.

Ver el esplendor

haciéndose aún mas

agudo,

aún mas profundo.

Siento tu respiración,

cada órgano de tu cuerpo

funcionando al ritmo constante

del universo.

Siento tu dolor sublime,

tu pregunta muda,

tu no existencia, tu cansancio

eterno.

Y tu sonido fluorescente

me hace temblar...

Caigo de rodillas en tu torrente

y me desnudo.

La Plaza con la Fuente.

El movimiento serpenteante

e ilustrativo,

la agitación temporal,

la vividez inextinguible

de las palomas

al bajar a la tierra

rozando mi cabeza.

La luz, translúcida, ecuánime,

el agua saltando a chorros desde la fuente.

La extraña levedad de la existencia

vuelve mis sueños mas increíbles

en realidad.

Es junio, respiro tanta paz

sentada frente a la fuente,

una paz diferente,

llena de todo,

en todo el instante.



Mis campos pasados

y actuales se juntan,

pero no hay diferencia.

Casi no hay diferencia

entre yo y el mundo.

Es húmedo el espacio.

Escucho en el

silencio raro,

escucho imperceptibles

muestras de amor extraño.



Te extraño.

Me siento a oir

tibiamente la elevación

de tu tono, de tus

manos, de tu

corazón.



Al unísono

ocurres y yo

me desenvuelvo,

me delato

y también renuncio.



Es húmedo el espacio,

me asfixia,

me incluye pero

me quita la

respiración.



Me dejas sin aire

y el aliento cognitivo

de mi desesperación

se vuelve inútil,

volátil.



El silencio se esparce

en tus ruidos

y tu ausencia

impuesta

me añade

miles de abandonos

contínuos.

No me atrevo a dejarme.

Hay inquietudes infructuosas

en los exagerados laberintos

intrincados de perforación.



Qué razón mas rara!, que perfecta

agonía aquella que te inclina

entre el ser y el estar

cruzando la línea punzante

del arrullo justo

y hasta asfixiante del largo

espacio entre lo adverso

y lo ironizante.



Se doblan

las piernas y se pierden

los secretos,

ya no quiero ocultarte nada

porque todo me atravesaría

si te dejara.




Lejanías absurdas de porqués

no concretos o desgastados

tras explicaciones mudas

y abrazos que no acontecen

por las deformaciones casi inconscientes

de mis instántaneos temores innecesarios.




Ya no sirven las interrupciones porque

detesto aquello que no puedo pedirte

porque no me atrevo a dejarme

para que me cuides por siempre.




Soy hipócrita al pensar que puedo alejarme

si solo pretendo sentir mi abdomen

demasiado cerca de tu alma.

Constantemente Todo.

Tu devoción es tu tormento.

Tu aceptación tu desencuentro.

Sos y no sos en el torbellino

desosegado de penetración y

de individualidades.

Tu flor te hace abierta,

tu corola sagrada.

Se rompen los templos

y no hay perdición alguna

en los pedazos de piedra vibrante.

Estás ahí,

en cada vestigio iluminado,

uniendo las miniaturas

con engarces perfectos del ciclo

de una existencia perpetua.

Estás ahí

desde mucho antes del saqueo nervioso,

ilógico y planeado

y estás después

y el tiempo sobra.

No podés lastimar tu materialidad

porque ya venciste y

fué hace mucho,

tanto, que siempre fuíste

constantemente todo.

Acero Oxidado

Flores muertas

alrededor de la tumba anacrónica.

Mutilación encendida

de murmullos feroces.

Tengo en el cuerpo

las marcas perennes

del desastre.

Te vas

y la sosobra se inclina

en la noche,

me despedazas,

me arrancas la piel

y es de una sola vez

y a cada abertura

la llenas de puntas

de acero oxidado.

Estoy Triste porque te fuiste.

Estoy triste

porque te fuiste,

porque logré que te fueras.

Quisiera no ser

tan egoísta

como para no preguntarme

si valio la pena conocerte.

¿Cómo pudiste amarme

siendo tan descarada?.



Siempre te elegí

y no me doy cuenta.

¿Cómo hacer para no despreciarte tanto?...

No soy capaz de dar la mitad

de mi vida

por abrazarte,

estoy perdida.



¿Cómo puedo merecerte si no soy

capaz de llorarte?.

Si pudieras saber

que tenés que ayudarme.

Niño Absoluto

Qué dolor te embarga?,

mi querido y absoluto niño.

Qué aflige así a tus brillantes

ojitos oscuros?...

Haces que mi garganta se anude y

mis brazos corran a abrazarte.

Cuál es la pena?,

cuál es el mandato que

no podemos oir?.

Sabes que no pueden aturdirte,

solo tienes que dejar que se vayan

y esperar un rato,

yo iré a buscarte,

siempre.

Después de hablar con Claudio.

Se escapó el vestigio

y quedó vacio el fondo,

vencido, aguado,

indefenso, mortal.

Se llenó de presencias la habitación,

alguién habla retumbando

en mis oídos y es cercano.

Me hace inevitable,

¿perdurable?,

no lo sé, pero parece entender

mi sin fin, ¿mi eternidad? latente.

Estoy muerta y no he encontrado

a nadie

capaz de levantar mi oscuro velo,

no he encontrado a nadie

que me rememore,

que sepa a que había venido yo.

El desapego crea

la inmaculada tradición,

la de volver constantemente

a ser aquello que me inspiro.

Habrá sido poco?

Dejo el viento

en tus manos,

me pongo el abrigo

y me marcho.

¿Qué no lo entiendes?,

sabría que responder

pero tengo los labios resecos

y me tiritan los pies…

Pronuncia inocente

y se aclama el ardor

de unos ojos.

Me resbalo y no me escuchas,

no puedo gritar mas claro.

Y yo te quería

como quieren las

Mariposas.

Habrá sido poco?...

Mio o de ÉL?

Fuego consumidor,

Amor mío, mío o de él?,

eterna pregunta que contiene

la obvia respuesta.

Eres el Dios que aún me ama

como solo yo puedo amarme.

Mi apariencia solo trastorna

mi ira, has sido tú y solo

tú quien se ha eclipsado

a sí mismo

empujándome

a girar, obligándome

a conocerte entre los

espectros aterrorizantes, entre los

fuegos artificiales.

Él es solo un Hombre.

El tumulto lo calcina,

lo destruye.

Esfuma la brisa

con la docilidad

de un dios que

sabe perder el

equilibrio.

La tempestad lo abarca,

pero él es solo

un hombre,

incorregible y

abrumadoramente

exacto.

Amargado por la

obsesiva intimidad

de su propio

capricho.

El calor del asfalto

lo conmueve,

es sensible, arremetedoramente

ciego y

encadenadamente hermoso.

Un hombre que

lo sabe todo

y se detiene ante

el umbral

ajeno.

lunes, 27 de octubre de 2008

Desideria (y) Noctámbulo. Diálogo I

DIALOGO 1


Desideria tomó un poco de arena, tan molida del piso caliente y la disolvió

en el aire.

­-¿Qué significa esto? – preguntó Noctámbulo.

Desideria se alejó un poco, tomó su cuerpo y lo apoyó en la sombra de un

árbol.

- ¿Por qué debería significar algo?.

- Porque todo para ti significa, Desideria.

Desideria lo miró un momento, tan breve, que Noctámbulo ni siquiera tuvo

tiempo de darse cuenta.

- ¿Debo explicarte algo que solo tiene un significado para mí?, si

no tiene dimensión en tu mente, ¿por qué quieres conocer una

parte de el?...

Noctámbulo se quedó mirándola, ella siempre tenía respuestas tan…

- ¿Por qué tus respuestas son tan diferentes, Desideria, tan llenas

de Pasión y Seguridad?.

- ¿¡ Diferentes, llenas de Pasión?!...

- Sí, es decir, son… son… Abismales, llenas de Infinitud!.

- Entonces Noctámbulo, algo en ti advierte la Dimensión, la Vida,

la Verdad?...

- No creo Desideria que yo pueda advertir tanto, creo que se trata

solo de cómo vivencio el mundo a través de ti.

- Noctámbulo querido, aún si así fuera, tu Existencia espera su

resolución inmediata, siente el Sentido Eterno de su Perfección

Irremediable.

- Tus Palabras!, el sonido de tu magnífica voz!, parecen

encadenarme Desi querida.

- He ahí tu máximo riesgo y tu miedo oculto, Noctámbulo, no hay

cadenas mas que dentro de tu psiquis eclipsada por la fragilidad

tambaleante de tus vísceras mortales, de la mente impune de

feroces humanos que lanzan sobre ti sus afiladas dagas!.

- Ayúdame Desideria, hazme entender esa Paz que de ti

fluye, déjame sentirla…

- Vuelves a equivocarte, querido Noctámbulo, yo no puedo

permitirte que te sientas, ese es un derecho propio, que has

adquirido tú por tu propio origen.

- Perdón Desideria, no sé como dejar de equivocarme!.

- Te equivocas de nuevo mi “externo” Noctámbulo, yo no puedo

otorgarte mas perdón que aquel que tú mismo te

hayas concedido.

- Dime como debo hablarte, que debo decir para salvarme…

- No crees en ti y eso te quita cualquier posibilidad de salvación.


Noctámbulo se quedó en silencio, la miró con reclamo y bajo sus ojos

fijándolos en el piso.

- ¿Qué significó lo que hiciste con la arena? – preguntó

rompiendo el suave silencio reinante?

- Querido Noctámbulo piensa en la supremacía concluyendo, en

La disolución eterna, en el esparcimiento de lo sagrado…

Noctámbulo le tomó fuertemente la mano. La miró suplicante y

sin pensar en lo que hacía le acarició lentamente la mejilla izquierda.

- ¿Te sientes parte de la solidificación?.

- Sí… ­ - respondió él al comprender que ella se refería al

contacto – sí – repitió – claro que ansío el contacto, el

cuerpo – dijo con cierto aprehendimiento.


Estaba enamorado de Desideria y soñaba con sus labios y con sus

pechos, soñaba con besar su cuerpo y poseerlo y retenerla…

- El contacto es necesario – prosiguió, como queriendo

asegurarle a Desideria que él era hombre y que se

comportaba como tal.


Ella permanecía en silencio, observaba como él movía sus manos,

como el ritmo de su voz se aceleraba junto al de todo su cuerpo,

no lo miraba a los ojos.




- Desi – dijo él - ¿me estás escuchando?, es importante lo

que estoy diciendo. Yo siempre te presto atención – reclamó.


Desideria al fin pareció mirarlo, aunque yo hubiera jurado que sus

pupilas estaban demasiado lejos de allí…

- Ah!, el sexo – dijo al fin – te refieres al sexo, ¿no?,

claro – dijo y lo miró despacio.

- Bueno… sí… es elemental el sexo, el contacto, el amor.

- El amor… crea todo el tiempo y sin embargo lo tiñe todo

de sospecha.

- ¿Sospecha?, claro! – responde, queriendo aparentar

que ha comprendido todo – cuando uno ama demasiado

los celos pueden trastornarlo y la sospecha se

convierte en un arma mortal.

- ¿Celos, Noctámbulo?, ¿qué son los celos?.


Él la mira sorprendido.


- Los celos – responde de repente – son expresiones de

Amor, de la Necesidad que sentimos por la otra

persona, de lo importante que es para Nosotros… sin

celos, acaso, ¿hay Amor?, no, verdad?, Desi querida.



Desideria se sienta sobre la arena y sus piernas parecen

confundirse en ella, su cuerpo parece extendido, infinitamente

fragmentado. El viento le acaricia la tela con forma de falda y

Noctámbulo embelesado mira sus brillantes muslos sin poder

dejar de sentir celos.


- El contacto es constante, la sustancia crea, el impulso

interno vive, ¿dónde están los celos?, no hay espacio

para ellos en el despliegue infinito.

- Desi, cuando uno ama teme que lo dejen, que encuentren

alguien mejor. Uno siempre se siente pequeño, feo, inconcluso,

poco inteligente frente a la persona que ama, acaso, ¿no te has

enamorado nunca?.




Ella gira sobre la arena, apoya sus codos y fija sus ojos en el agua

constante, constante…


- Amo desde el Principio, porque de lo contrario no

hubiera sido y no podría extinguirme.

- ¿Y quién es el afortunado? o ¿han sido varios? – pregunta con la

ira bañándole los ojos y sin haberse percatado siquiera de la

profundidad de las palabras “vertidas” por ella.


Desideria aplasta su cabeza en la arena, la gira y lo mira.


- ¿Varios?, todos somos muchos aunque uno solo. Es a mí

misma a quién amo.

- ¡Qué actitud mas egocéntrica!, te deben haber

lastimado mucho para que te niegues a compartir.

- Yo estoy compartida.

- Bueno Desi – dice molesto – yo no esperaba que fueras

virgen.

- ¿Virgen?... ah! claro, virgen, cuerpo no tocado, claro,

¿qué es ser virgen? – dice menguando el tono de su voz.

- No sabía, no pensaba que eras del “tipo” de mujeres

que tienen varias relaciones, la verdad me decepcionas – dijo

con cierto tono de amargura en su voz.

- ¿Qué te decepciono?!, ¿quién eres tú para que yo te

decepcione?, ¿y quién soy yo para decepcionarte?.

- ¡ Estás tratando de Confundirme! – dice Noctámbulo

enojado.

- ¿Confundirte, querido Nocti?, , yo no he dicho nada que

tú no hayas reinterpretado. Hay demasiada

información en tu cabeza.

- ¿Sabes cuál es tu gran problema Desideria?, ¡creer que

lo sabes todo! – respondió Noctámbulo muy enojado y

con las manos temblorosas.


Desideria no sabía si continuar o no con la charla… ¿Era correcto

empujarlo tanto?... de todas formas, vivir así sumido en la

mediocridad…




- ¡Desideria! – gritó Noctámbulo – ni siquiera me escuchas, ni

siquiera te importa lo que pienso, mucho menos lo que

Siento!...

- Noctámbulo

- Me ignoras, no puedo creer tanta indiferencia.

- Noctámbulo, calmémonos.

- No te burles de mí, Desideria!.


Noctámbulo estaba realmente enojado, pero no iba a irse, no

podía hacerlo, temía que a Desideria no le importara, que lo

dejara ir e incluso no quisiera verlo mas.


- Noctámbulo, no me estoy burlando, estoy hablándote y

quiero seguir hablándote.


Su voz sonó muy dulce en los oídos de él.

La brisa matutina arrastraba el cabello de Desideria sobre sus

hombros, sobre su espalda.

Noctámbulo la “admiraba” tanto.




- Está bien – dijo él, con la voz acongojándosele en la

garganta – está bien, yo también quiero charlar

contigo.


Desideria parecía no percatarse de nada, aunque ella conocía muy

bien cada uno de los sentimientos de Noctámbulo.


- ¿Con cuántos hombres has estado? – le pregunta

impaciente, sin poder obviar el tema…


Ella lo mira serena, muy serena, a pesar de todo.


- Con los suficientes como para poder entender.

- ¿¡Entender!?, ¿entender qué?.

- Mi Interior.

- No entiendo, no entiendo – dice perdiendo de nuevo la

Paciencia – por qué me hablas de a trozos, de a

Pedazos?... ¿Por qué no eres mas específica?.

- Hablo como sé hacerlo, como lo siento, digo lo que soy.

- No te entiendo, ¿por qué no te entiendo?, ¿por qué no

puedo hacerlo? – dice muy apenado, pero de repente

cambia el tono de su voz, que se vuelve áspero y

reprochante – yo creo que te gusta hablarme así,

metafóricamente, filosóficamente…


Desideria guarda silencio, no quiere que Noctámbulo la

malinterprete…


- Desideria, ¿otra vez no me estás oyendo?

- Yo siempre escucho, querido Noctámbulo, no temas, yo

jamás podría ignorarte.

- Entonces dame una respuesta, una respuesta que se

pueda entender.


Ella lo miró, el parpadeó y se mantuvo firme provocadoramente…


- Me estás pidiendo que traduzca lo que soy, para

hacerlo debo utilizar lo que no soy, no es tarea fácil.

No puedo vivenciar los hechos de la misma manera en

que lo haces tú Nocti, y no sé como explicarte mi

realidad.

- ¿De qué realidad hablas?, todos vivimos en una y en un

mundo real.

- No, no vivimos en una sola realidad.

- Bueno, no, si te referís a que cada uno se inventa las

situaciones que mas le convienen.

Me decepciona profundamente que te esté pasando eso.


Desideria duda, no sabe que responder, como explicar, pero

también sabe que no puede guardar silencio porque él pensaría

que tiene razón, una razón equivocada.



- No me estoy inventando ninguna realidad, solo trato de

explicarte como siento, como vivencio cada hecho, si

pudieras percibirlo de la misma manera en que yo lo

hago me comprenderías perfectamente.

- Pero yo no puedo percibir al mundo como tú.

Y en todo caso si tú lo percibieras como yo nos

entenderíamos.




Noctámbulo parecía enojarse cada vez más. Desideria no sabía

como calmar su ira, como lograr que dejara de sentirse agredido,

de competir, para que pudiera entender…


- Trato de decir que no hay diferencia para mí entre Tú y

Yo, no hay diferencia entre nosotros y el Universo – dijo y

guardó silencio.


Noctámbulo estaba enojado y hubiera deseado no contestarle

pero sentía mucha curiosidad, ¿qué habría querido decir ella?...


- ¿Cómo es qué dices que no hay diferencia entre

Nosotros?, si justamente no nos entendemos por lo

diferentes que somos.

- Quiero que dejes de pensar por un momento en ti como

un ser separado del resto. Inténtalo. Deja de pensar

en mí como ella y piensa en mí como si fueras tú mismo.

Deja de pensar en el sol como algo externo que te da

calor y piensa en el como tú mismo calentando o

quemando.

Piensa que eres la arena de la playa, siente su

humedad, su fortaleza.



Noctámbulo se quedó pensando, tratando de sentir las emociones

que Desideria le había descripto, tratando de que no hubiera

diferencia entre él y el mundo que lo rodeaba.

Ella después de guardar silencio por unos minutos agregó


- Es por eso que es a mí misma a quien amo.


Noctámbulo sintió que podía comprender este ejemplo, pero…


- Comprendo lo que me dices, pero sentirlo es imposible.

Es muy difícil ser algo que no soy.

- Es que esa es la Cuestión, se trata de ser lo que sos.



Noctámbulo se quedó en silencio… si lograra como decía Desi,,

sentirse parte de todo, la perdería completamente, ya no podría

anhelarla, ni necesitarla, ni siquiera tal vez desearía tocarla, ella

pasaría a ser como el resto de las cosas con las que él se

identificaría… pero no podía decirle que la amaba y que si se

esforzaba por comprenderla probablemente la perdería.



Ella como adivinando sus pensamientos, dijo


- No puedes poseer lo que ya posees.


Él algo desesperado respondió


- Pero yo no siento que posea nada en especial, mas que

aquello que he comprado y mi propio cuerpo.

- Pero posees mucho más que eso y nadie mas que tú mismo

puede darse cuenta de ello, nadie puede convencerte de

aquello que no sientes.


Noctámbulo temía que ella ya no quisiera verlo. Pero Desideria lo

miró fija y serenamente, como tranquilizándolo.

Noctámbulo se paró de repente, la tomó por los hombros, hizo

que ella se pusiera de pie y en un enorme gesto de valor que él

mismo no comprendía, le dijo

- Tú que pareces saberlo todo, que dices saberlo todo,

puedes entonces sin duda, leer en mis ojos…


Ella hubiera querido acariciarlo, pero se contuvo, sabía que él no

entendería.



- En tus ojos y en todo Tú veo tu extensión, tu profundidad

y también inevitablemente veo tu letargo.


Él nervioso por su “indiferencia”, (Noctámbulo interpreta a las

palabras de Desideria como indiferencia), le pregunta


- ¿Y qué más ves en mí?

- ¿Qué mas se podría ver?, te estoy viendo.


Noctámbulo tenía los ojos brillantes de lágrimas, no podía

soportar que ella no sintiera nada por él y que se lo dijera así, sin

ninguna inhibición.


- ¿Y no ves mi pena?, no hace falta adivinar para darse

cuenta de ella.

- Siento tu pena, tu impotencia, tu lástima por ti mismo. Sé

de tu Detenimiento.

- ¡Yo no tengo lástima de mí mismo! – aseguró levantando la

voz – y no sé porqué he permitido que te entrometas tanto

en mi vida – es preferible perder a esta mujer que seguir

soportando su soberbia locura – pensó.



Desideria lo miró fijamente, pero se detuvo, sabía que no debía

persuadirlo, él debía entenderlo por sí mismo.


- Lo que quiero decir Nocti es que al sentirte separado del

resto puedes sentirte elegido pero también ignorado y eso

genera el debilitamiento, la lástima…


Él se calmó un poco, la voz de ella siempre parecía tranquilizarlo.

Al fin dijo


- Estoy demasiado exaltado para continuar hablando, no

deseo escuchar mas.


Tocó el hombro de Desideria como tratando de asegurarse que

volvería a verla y se marchó.

Se marchó caminando rápido.




Ella se acostó en la arena, extendió sus brazos y abrió las palmas

de sus manos.

Dejó que el aire entrara en cada espacio de su cuerpo y exhaló

cada parte de sí misma.

Giró por el suelo de la playa salpicada de haces dorados.

Su pelo mojado cayendo sobre su cara, su cuerpo translúcido, sus

ojos, un derroche de Luz.










Romina Carbonetti

Senseless Light (Sin Sentido Lumínico)

I Love
my appliance coward
and senseless light.

I love
you though not even an alone
stupid motive
remains sane inside me.

A bit of
turbid water
running between my hands
it turns you really
and I Love you.

It is incredible
that being
so invincible I
similar me in
spite of loving
a handcuffed body
so ill-treated as yours.

Mecánica Soledad Procesada en una Santidad Simplificada

Soledad… Sobriedad en el miedo,
el miedo a atacar, a retroceder,
a desgarrar la piel con los labios.
Se vuelve absurdo lo negado,
la atención se desplaza,
cambia, busca el nuevo sentimiento
que no logra llenar la pupila y
agigantarla, volviéndola
otra vez inocente del extravío
textual de unos senos que
solo caen.

Mecánico se vuelve el rumor y
socava espacios,
los mismos que se llenan furtivamente
cautivando lo opaco.
La mirada se tensa y se ajusta,
los sentidos se disparan.
El tiempo se vuelve monótono,
se raja, se clausura.
Nada puede ser absorbido
porque todo está diluido ferozmente.

Santidad en minúsculos tonos
plateados. Eclipse de miedos
negados y de burbujas que permanecen
en la mitad.
Se busca el contorno. La forma
de internarse en el movimiento sin
pensar en la perpetuidad…
Solo en el contorno profundo.
Simplicidad en la complicación.
Matiz entre matices modificando
el espectro e intercambiando
reflejos intensos.
La trama se avasalla y se
vuelve etéreamente conclusa.

Procesado, intermediando lo que se ve,
aullando casi lejanamente, acurrucado
en el caparazón que se torna mas
pequeño.
Inclemente, sosegándose.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Amelia

- Tía, ¿por qué siempre vistes de negro? – le había preguntado Amelia hacia

algún tiempo.

Ella mirándo largamente, ausente, había respondido.

- por mis muertos.

- pero tía, ¿acaso ellos no murieron hace mucho tiempo?. Yo ni siquiera

recuerdo a mis padres – había insistido la jovenzuela.

- murieron Amelia, ya no van a volver jamás, ya no vamos a volver a verlos

otra vez – había contestado saliendo de la habitación pausadamente.




Las paredes blancas, muy blancas, los espacios enormes, enormes y mudos de esa casa.

Los tules colgando en las ventanas, meciéndose insistentemente en el viento. Las fotos

familiares oscuras y amarillentas llenando cada lugar, provocaban en Amelia un vacio,

un vacio perfecto que se volvía a veces aterrador.

Tanto orden, tanta luz disfrazada, tanto sigilo, tanto pasado evocado continuamente.

Los días se enroscaban ahí, se ahuecaban, se volvían fastidiosamente repetitivos, secos,

estériles.



- a dormir Amelia!

La voz de su tía se perpetraba en cada resquicio, en cada indiferente espacio.

Tendida en una enorme cama estaba la jovencita, cubierta de esos tules blancos que

tanto la atormentaban, con el cabello forrado de moños rosados y sus espantosas

muñecas de porcelana, que tenían ese rostro perforado de un blanco lleno de ausencias y

los ojos fijos y endurecidos… como su tía.


Cada noche, cuando no se oía ni un ruido, el golpeteo mínimo y repetitivo de los rezos

de su tutora sumergían a Amelia en profundas tribulaciones, en amargos miedos.

Cerraba los ojos temblorosa, tapándose el rostro con las prolijas sábanas bordadas de la

familia y se imaginaba riendo, bailando en la playa…

Cada día, era un día mas para su tía, un día mas para pagar por seguir viva, por estar

viva ella y no su amado esposo, ella y no su querida hermana, la madre de Amelia. Se

torturaba asfixiándose en su soledad, en la incapacidad de comprender porque dios la

había castigado así, porque le había quitado tan súbitamente a quienes ella mas amaba.

La vida había perdido el sentido, solo esperaba la muerte.



Cada tarde en que sus clases de Historia y Literatura se lo permitían, Amelia tomaba el

té presurosa en esas tasas pintadas a mano y con cada movimiento sabido de memoria.

Y corría, corría enredándose en esos estúpidos vestidos blancos, llenos de vuelos, corría

al mar y se hundía en el agua, se tiraba en la arena, se llenaba de oxígeno, se inundaba

de viento, se enredaba de sol, no quería parecerse a sus mustias muñecas.

Oscurecía y volvía de prisa, se quitaba el vestido lleno de arena y se metía en la bañera

revestida de ornamentos horrorosos.

Lavaba su cabello, debía peinarlo meticulosamente, llenarlo de moños rosados y bajar a

cenar.

Solo algunas velas en la mesa, el insoportable silencio eterno, la sopa a media

temperatura, el mismo sabor a pescado hervido.

Luego las verduras, la carne y siempre, las uvas, las preferidas del difunto tío Ezequiel.




Uno de esos días repetitivos y sombríos la mañana había amanecido deliciosa.

Amelia deseaba salir a correr, sumergirse en el mar, pero debía bajar al comedor,

desayunar y tomar sus acostumbradas clases con sus maestros particulares.

Su soledad se hacía cada vez mas intensa, siempre había estado sola, ausente de afecto y

contención. Su tía jamás le había hablado con dulzura, jamás le había demostrado amor.

Esa tarde no bajó a tomar su lección de piano, saltó por la ventana sosteniéndose el

sombrero de terciopelo negro que a su tía le gustaba que ella usara para asistir a la

iglesia en cada aniversario de sus muertos.

Tomó su muñeca, la que intentaba no mirar nunca al acostarse por las noches, porque su

mueca horrible la hacía temblar, y corrió, corrió con sus vuelos flotando en la brisa,

corrió con sus botitas hundiéndose en la arena, corrió con los ojos llenos de lágrimas,

corrió sintiendo que le faltaba el aire, con las mejillas rojas de sangre, corrió, corrió

hasta que fue abrazada por el mar, abrazada como jamás los brazos de su tía lo habían

hecho, corrió hasta que el agua azul la abrazó por fin, completamente.






FIN

El Libro de Titi

Estaba en la habitación, la puerta se cerró de repente, aunque hizo un ruido apenas

perceptible.

Él volteo pensando que alguien había entrado, pero… ¿quién podría venir si nadie ya

visitaba ese lugar, ni sabía que él estaba allí?.

Debe ser el viento se dijo y miró hacia la ventana, pero esta estaba herméticamente

cerrada, volvió la vista rápidamente a los cristales cuando apenas acababa de despegarla

de ellos y observó sorprendido que algunos estaban empañados.

El pulso se le aceleró, algunas gotas de sudor aparecieron en su frente y una sensación

fría lo atravesó.

Seguramente cambió la temperatura al cerrarse al puerta… se dijo tranquilizándose.

Volvió hacia el libro que le interesaba, ese era el real motivo que lo había llevado

hasta allí.

Tomó el libro gris, el de tapas duras, el que había visto tantas veces en el regazo de su

abuelo.

Un libro que este jamás le había dejado tocar.

Lo abrió despacio, temeroso y expectante, como esperando descubrir algo terrible o

sorprendente.

Sus pupilas se dilataron de repente, su boca se abrió, el libro estaba lleno de páginas…

en blanco, en blanco!.

¿Qué significaba todo esto?, entonces su abuelo… si, como él lo había sospechado

siempre, ocultaba algo…

Se sentó indignado en el cómodo sillón beige.

Empezó a pasar las hojas una y otra vez y cada vez mas rápidamente…

Trataba de encontrar algo.

Entonces su atención se dirigió a las tapas,

Claro – pensó – debe haber algo dentro de ellas, debo romperlas, pero se detuvo,

romper el libro de mi querido Titi, (así llamaba él a su abuelo), su amado libro…

Y otra pregunta atravesó velozmente su cabeza,

¿amado?...

Sabia poco de su abuelo, este siempre había sido un personaje misterioso, pero había

sido su mejor amigo durante su infancia…

Un ruido lo sacó de su ensimismamiento.

¿Qué había sido eso?, parecía como si el sillón hubiera dado un aullido, volvió

inmediatamente sus ojos hacia la ventana, los vidrios estaban ahora totalmente

empañados, se levantó de un salto y camino veloz hacia la puerta, tiró y esta no se

abrió, sorprendido e incrédulo volvió a tomar el picaporte y tiró de el con todas sus

fuerzas, cayó al piso por el esfuerzo, la puerta permaneció serenamente cerrada.

Se levantó lento, todo le daba vueltas en su cabeza, trataba de encontrar una respuesta a

todo aquello, una razón…

Sacó su celular de la campera pero cuando quiso marcar el número de Mica, su novia,

vio casi con un asomo de terror que su teléfono no tenía batería, lo había cargado hacía

solo unas horas…

Se apoyó en la mesa escritorio, casi sin saber si debía dejar que sus manos la tocaran, si

debía tocar algo de lo que estaba allí…

Trató de calmarse, debía pensar, relacionar los hechos sucedidos.

Desde que Titi se había ido, Leandro no había vuelto al campo.

Habían pasado diez años y él había sentido la necesidad de acercarse a su abuelo, a sus

recuerdos… Su curiosidad por aquel libro no había desaparecido nunca de su mente.

Su abuelo pasaba horas leyéndolo, sin dejar jamás que él lo viera y ahora, ahora que

había logrado tenerlo entre sus manos, lo habría y descubría doscientas páginas en

blanco!...

Y … la habitación cerrada, los vidrios cubiertos de vapor, su celular sin batería y la

temperatura que cada vez parecía ir aumentando un poco mas.

¿Qué significaba todo esto?, parecía una broma de mal gusto, tal vez de eso se trataba,

de una broma de mal gusto… ¿pero de quién? Y ¿cuál era el sentido, el por qué?...

Titi siempre le había dedicado tiempo, lo había escuchado y había compartido sus

juegos y siempre le había recomendado “no sucumbir ante ninguna tentación”, sí…

ahora lo recordaba, siempre repetía esa frase.

Él había sido su único nieto, hijo de su única hija. Su madre y Titi mantenían una

relación de respeto distante.

Su abuelo jamás le había querido hablar a su hija sobre su madre, ni sobre historia

familiar alguna.

La madre de Leandro, Isabel, había muerto tiempo después de la muerte de Titi.

Había muerto de un ataque al corazón… allí, en el campo…!...

Su cabeza le daba vueltas, todo alrededor de él daba vueltas…

Volvió hacia la puerta, tiró con fuerza e insistencia. Su cuerpo estaba tembloroso. Las

manos mojadas se le resbalaban.

Volvió hacia la ventana, el cielo estaba completamente oscuro, golpeó con fuerza los

vidrios, estos se rompieron atravesándole las manos.

Cayó al piso gimiendo de dolor, trató desesperadamente de cubrirse con su ropa las

heridas, como tratando de protegerse, cuando descubrió que dos vidrios habían

atravesado completamente sus muñecas… estaba desangrándose…

Con la poca fuerza que le quedaba tomó el libro que estaba sobre el sillón beige de su

abuelo.

Arrancando con un desesperado grito de dolor los vidrios de sus brazos abrió con uno

de los trozos afilados las tapas.

Las abrió, mordiéndose los labios, capturado por una especie de odio que recorría su

cerebro y hacía explotar su llanto.

Las abrió ferozmente y al hacerlo su sangre empapó las hojas en blanco. Miró alterado,

al borde de un shock nervioso, no había NADA, NADA!, nada escrito, nada dibujado,

ni una mancha!...

Arrancó las tapas con los dedos casi inmóviles, acalambrados por el dolor y una herida

que parecía agigantarse mas ante el menor esfuerzo.

Las arrancó y todo su cuerpo pareció ser arrancado.

Las arrancó y en el dorso interno que une a ambas vio letras, letras mínimas, al fin!, al

fin algo que lo ayudaría a entender…

Acercó el cartón a sus ojos y leyó

“La Curiosidad mata al Hombre”.





Fin