Algo de brillo
atraviesa lo celeste que
cubre todo el
intervalo atmosférico.
Me cubro con montones de
seres que surcan mi terreno
y a veces giran a mirarme,
a mirarse.
Doy vueltas alrededor
de cada perecedora existencia
y me duermo sobre el
árbol de la vida.
Les sujeto las manos
y ni siquiera huyen,
no saben que estoy ahí,
en ellos, sobre ellos...
El celeste está tan pálido
que es casi blanco.
Yo sigo hurgando
y ellos siguen soñando.
jueves, 30 de octubre de 2008
...
No te culpo por herirme,
te culpo por no poder perdonarme.
¿Qué te hace pensar que no te quiero?,
tu propia duda sobre vos mismo o mi
indiferencia constante.
No sé que hacer para retenerte,
porque que estés tan quiero cerca de mí,
no te deja mas que quieto.
Quiero quedarme pero no sé
como preguntarte, cómo.
te culpo por no poder perdonarme.
¿Qué te hace pensar que no te quiero?,
tu propia duda sobre vos mismo o mi
indiferencia constante.
No sé que hacer para retenerte,
porque que estés tan quiero cerca de mí,
no te deja mas que quieto.
Quiero quedarme pero no sé
como preguntarte, cómo.
Para volver a mirarte.
Estoy aquí mirándote
sin verte,
para volver a mirarte
y ver.
Ver el esplendor
haciéndose aún mas
agudo,
aún mas profundo.
Siento tu respiración,
cada órgano de tu cuerpo
funcionando al ritmo constante
del universo.
Siento tu dolor sublime,
tu pregunta muda,
tu no existencia, tu cansancio
eterno.
Y tu sonido fluorescente
me hace temblar...
Caigo de rodillas en tu torrente
y me desnudo.
sin verte,
para volver a mirarte
y ver.
Ver el esplendor
haciéndose aún mas
agudo,
aún mas profundo.
Siento tu respiración,
cada órgano de tu cuerpo
funcionando al ritmo constante
del universo.
Siento tu dolor sublime,
tu pregunta muda,
tu no existencia, tu cansancio
eterno.
Y tu sonido fluorescente
me hace temblar...
Caigo de rodillas en tu torrente
y me desnudo.
La Plaza con la Fuente.
El movimiento serpenteante
e ilustrativo,
la agitación temporal,
la vividez inextinguible
de las palomas
al bajar a la tierra
rozando mi cabeza.
La luz, translúcida, ecuánime,
el agua saltando a chorros desde la fuente.
La extraña levedad de la existencia
vuelve mis sueños mas increíbles
en realidad.
Es junio, respiro tanta paz
sentada frente a la fuente,
una paz diferente,
llena de todo,
en todo el instante.
Mis campos pasados
y actuales se juntan,
pero no hay diferencia.
Casi no hay diferencia
entre yo y el mundo.
e ilustrativo,
la agitación temporal,
la vividez inextinguible
de las palomas
al bajar a la tierra
rozando mi cabeza.
La luz, translúcida, ecuánime,
el agua saltando a chorros desde la fuente.
La extraña levedad de la existencia
vuelve mis sueños mas increíbles
en realidad.
Es junio, respiro tanta paz
sentada frente a la fuente,
una paz diferente,
llena de todo,
en todo el instante.
Mis campos pasados
y actuales se juntan,
pero no hay diferencia.
Casi no hay diferencia
entre yo y el mundo.
Es húmedo el espacio.
Escucho en el
silencio raro,
escucho imperceptibles
muestras de amor extraño.
Te extraño.
Me siento a oir
tibiamente la elevación
de tu tono, de tus
manos, de tu
corazón.
Al unísono
ocurres y yo
me desenvuelvo,
me delato
y también renuncio.
Es húmedo el espacio,
me asfixia,
me incluye pero
me quita la
respiración.
Me dejas sin aire
y el aliento cognitivo
de mi desesperación
se vuelve inútil,
volátil.
El silencio se esparce
en tus ruidos
y tu ausencia
impuesta
me añade
miles de abandonos
contínuos.
silencio raro,
escucho imperceptibles
muestras de amor extraño.
Te extraño.
Me siento a oir
tibiamente la elevación
de tu tono, de tus
manos, de tu
corazón.
Al unísono
ocurres y yo
me desenvuelvo,
me delato
y también renuncio.
Es húmedo el espacio,
me asfixia,
me incluye pero
me quita la
respiración.
Me dejas sin aire
y el aliento cognitivo
de mi desesperación
se vuelve inútil,
volátil.
El silencio se esparce
en tus ruidos
y tu ausencia
impuesta
me añade
miles de abandonos
contínuos.
No me atrevo a dejarme.
Hay inquietudes infructuosas
en los exagerados laberintos
intrincados de perforación.
Qué razón mas rara!, que perfecta
agonía aquella que te inclina
entre el ser y el estar
cruzando la línea punzante
del arrullo justo
y hasta asfixiante del largo
espacio entre lo adverso
y lo ironizante.
Se doblan
las piernas y se pierden
los secretos,
ya no quiero ocultarte nada
porque todo me atravesaría
si te dejara.
Lejanías absurdas de porqués
no concretos o desgastados
tras explicaciones mudas
y abrazos que no acontecen
por las deformaciones casi inconscientes
de mis instántaneos temores innecesarios.
Ya no sirven las interrupciones porque
detesto aquello que no puedo pedirte
porque no me atrevo a dejarme
para que me cuides por siempre.
Soy hipócrita al pensar que puedo alejarme
si solo pretendo sentir mi abdomen
demasiado cerca de tu alma.
en los exagerados laberintos
intrincados de perforación.
Qué razón mas rara!, que perfecta
agonía aquella que te inclina
entre el ser y el estar
cruzando la línea punzante
del arrullo justo
y hasta asfixiante del largo
espacio entre lo adverso
y lo ironizante.
Se doblan
las piernas y se pierden
los secretos,
ya no quiero ocultarte nada
porque todo me atravesaría
si te dejara.
Lejanías absurdas de porqués
no concretos o desgastados
tras explicaciones mudas
y abrazos que no acontecen
por las deformaciones casi inconscientes
de mis instántaneos temores innecesarios.
Ya no sirven las interrupciones porque
detesto aquello que no puedo pedirte
porque no me atrevo a dejarme
para que me cuides por siempre.
Soy hipócrita al pensar que puedo alejarme
si solo pretendo sentir mi abdomen
demasiado cerca de tu alma.
Constantemente Todo.
Tu devoción es tu tormento.
Tu aceptación tu desencuentro.
Sos y no sos en el torbellino
desosegado de penetración y
de individualidades.
Tu flor te hace abierta,
tu corola sagrada.
Se rompen los templos
y no hay perdición alguna
en los pedazos de piedra vibrante.
Estás ahí,
en cada vestigio iluminado,
uniendo las miniaturas
con engarces perfectos del ciclo
de una existencia perpetua.
Estás ahí
desde mucho antes del saqueo nervioso,
ilógico y planeado
y estás después
y el tiempo sobra.
No podés lastimar tu materialidad
porque ya venciste y
fué hace mucho,
tanto, que siempre fuíste
constantemente todo.
Tu aceptación tu desencuentro.
Sos y no sos en el torbellino
desosegado de penetración y
de individualidades.
Tu flor te hace abierta,
tu corola sagrada.
Se rompen los templos
y no hay perdición alguna
en los pedazos de piedra vibrante.
Estás ahí,
en cada vestigio iluminado,
uniendo las miniaturas
con engarces perfectos del ciclo
de una existencia perpetua.
Estás ahí
desde mucho antes del saqueo nervioso,
ilógico y planeado
y estás después
y el tiempo sobra.
No podés lastimar tu materialidad
porque ya venciste y
fué hace mucho,
tanto, que siempre fuíste
constantemente todo.
Acero Oxidado
Flores muertas
alrededor de la tumba anacrónica.
Mutilación encendida
de murmullos feroces.
Tengo en el cuerpo
las marcas perennes
del desastre.
Te vas
y la sosobra se inclina
en la noche,
me despedazas,
me arrancas la piel
y es de una sola vez
y a cada abertura
la llenas de puntas
de acero oxidado.
alrededor de la tumba anacrónica.
Mutilación encendida
de murmullos feroces.
Tengo en el cuerpo
las marcas perennes
del desastre.
Te vas
y la sosobra se inclina
en la noche,
me despedazas,
me arrancas la piel
y es de una sola vez
y a cada abertura
la llenas de puntas
de acero oxidado.
Estoy Triste porque te fuiste.
Estoy triste
porque te fuiste,
porque logré que te fueras.
Quisiera no ser
tan egoísta
como para no preguntarme
si valio la pena conocerte.
¿Cómo pudiste amarme
siendo tan descarada?.
Siempre te elegí
y no me doy cuenta.
¿Cómo hacer para no despreciarte tanto?...
No soy capaz de dar la mitad
de mi vida
por abrazarte,
estoy perdida.
¿Cómo puedo merecerte si no soy
capaz de llorarte?.
Si pudieras saber
que tenés que ayudarme.
porque te fuiste,
porque logré que te fueras.
Quisiera no ser
tan egoísta
como para no preguntarme
si valio la pena conocerte.
¿Cómo pudiste amarme
siendo tan descarada?.
Siempre te elegí
y no me doy cuenta.
¿Cómo hacer para no despreciarte tanto?...
No soy capaz de dar la mitad
de mi vida
por abrazarte,
estoy perdida.
¿Cómo puedo merecerte si no soy
capaz de llorarte?.
Si pudieras saber
que tenés que ayudarme.
Niño Absoluto
Qué dolor te embarga?,
mi querido y absoluto niño.
Qué aflige así a tus brillantes
ojitos oscuros?...
Haces que mi garganta se anude y
mis brazos corran a abrazarte.
Cuál es la pena?,
cuál es el mandato que
no podemos oir?.
Sabes que no pueden aturdirte,
solo tienes que dejar que se vayan
y esperar un rato,
yo iré a buscarte,
siempre.
mi querido y absoluto niño.
Qué aflige así a tus brillantes
ojitos oscuros?...
Haces que mi garganta se anude y
mis brazos corran a abrazarte.
Cuál es la pena?,
cuál es el mandato que
no podemos oir?.
Sabes que no pueden aturdirte,
solo tienes que dejar que se vayan
y esperar un rato,
yo iré a buscarte,
siempre.
Después de hablar con Claudio.
Se escapó el vestigio
y quedó vacio el fondo,
vencido, aguado,
indefenso, mortal.
Se llenó de presencias la habitación,
alguién habla retumbando
en mis oídos y es cercano.
Me hace inevitable,
¿perdurable?,
no lo sé, pero parece entender
mi sin fin, ¿mi eternidad? latente.
Estoy muerta y no he encontrado
a nadie
capaz de levantar mi oscuro velo,
no he encontrado a nadie
que me rememore,
que sepa a que había venido yo.
El desapego crea
la inmaculada tradición,
la de volver constantemente
a ser aquello que me inspiro.
y quedó vacio el fondo,
vencido, aguado,
indefenso, mortal.
Se llenó de presencias la habitación,
alguién habla retumbando
en mis oídos y es cercano.
Me hace inevitable,
¿perdurable?,
no lo sé, pero parece entender
mi sin fin, ¿mi eternidad? latente.
Estoy muerta y no he encontrado
a nadie
capaz de levantar mi oscuro velo,
no he encontrado a nadie
que me rememore,
que sepa a que había venido yo.
El desapego crea
la inmaculada tradición,
la de volver constantemente
a ser aquello que me inspiro.
Habrá sido poco?
Dejo el viento
en tus manos,
me pongo el abrigo
y me marcho.
¿Qué no lo entiendes?,
sabría que responder
pero tengo los labios resecos
y me tiritan los pies…
Pronuncia inocente
y se aclama el ardor
de unos ojos.
Me resbalo y no me escuchas,
no puedo gritar mas claro.
Y yo te quería
como quieren las
Mariposas.
Habrá sido poco?...
en tus manos,
me pongo el abrigo
y me marcho.
¿Qué no lo entiendes?,
sabría que responder
pero tengo los labios resecos
y me tiritan los pies…
Pronuncia inocente
y se aclama el ardor
de unos ojos.
Me resbalo y no me escuchas,
no puedo gritar mas claro.
Y yo te quería
como quieren las
Mariposas.
Habrá sido poco?...
Mio o de ÉL?
Fuego consumidor,
Amor mío, mío o de él?,
eterna pregunta que contiene
la obvia respuesta.
Eres el Dios que aún me ama
como solo yo puedo amarme.
Mi apariencia solo trastorna
mi ira, has sido tú y solo
tú quien se ha eclipsado
a sí mismo
empujándome
a girar, obligándome
a conocerte entre los
espectros aterrorizantes, entre los
fuegos artificiales.
Amor mío, mío o de él?,
eterna pregunta que contiene
la obvia respuesta.
Eres el Dios que aún me ama
como solo yo puedo amarme.
Mi apariencia solo trastorna
mi ira, has sido tú y solo
tú quien se ha eclipsado
a sí mismo
empujándome
a girar, obligándome
a conocerte entre los
espectros aterrorizantes, entre los
fuegos artificiales.
Él es solo un Hombre.
El tumulto lo calcina,
lo destruye.
Esfuma la brisa
con la docilidad
de un dios que
sabe perder el
equilibrio.
La tempestad lo abarca,
pero él es solo
un hombre,
incorregible y
abrumadoramente
exacto.
Amargado por la
obsesiva intimidad
de su propio
capricho.
El calor del asfalto
lo conmueve,
es sensible, arremetedoramente
ciego y
encadenadamente hermoso.
Un hombre que
lo sabe todo
y se detiene ante
el umbral
ajeno.
lo destruye.
Esfuma la brisa
con la docilidad
de un dios que
sabe perder el
equilibrio.
La tempestad lo abarca,
pero él es solo
un hombre,
incorregible y
abrumadoramente
exacto.
Amargado por la
obsesiva intimidad
de su propio
capricho.
El calor del asfalto
lo conmueve,
es sensible, arremetedoramente
ciego y
encadenadamente hermoso.
Un hombre que
lo sabe todo
y se detiene ante
el umbral
ajeno.
lunes, 27 de octubre de 2008
Desideria (y) Noctámbulo. Diálogo I
DIALOGO 1
Desideria tomó un poco de arena, tan molida del piso caliente y la disolvió
en el aire.
-¿Qué significa esto? – preguntó Noctámbulo.
Desideria se alejó un poco, tomó su cuerpo y lo apoyó en la sombra de un
árbol.
- ¿Por qué debería significar algo?.
- Porque todo para ti significa, Desideria.
Desideria lo miró un momento, tan breve, que Noctámbulo ni siquiera tuvo
tiempo de darse cuenta.
- ¿Debo explicarte algo que solo tiene un significado para mí?, si
no tiene dimensión en tu mente, ¿por qué quieres conocer una
parte de el?...
Noctámbulo se quedó mirándola, ella siempre tenía respuestas tan…
- ¿Por qué tus respuestas son tan diferentes, Desideria, tan llenas
de Pasión y Seguridad?.
- ¿¡ Diferentes, llenas de Pasión?!...
- Sí, es decir, son… son… Abismales, llenas de Infinitud!.
- Entonces Noctámbulo, algo en ti advierte la Dimensión, la Vida,
la Verdad?...
- No creo Desideria que yo pueda advertir tanto, creo que se trata
solo de cómo vivencio el mundo a través de ti.
- Noctámbulo querido, aún si así fuera, tu Existencia espera su
resolución inmediata, siente el Sentido Eterno de su Perfección
Irremediable.
- Tus Palabras!, el sonido de tu magnífica voz!, parecen
encadenarme Desi querida.
- He ahí tu máximo riesgo y tu miedo oculto, Noctámbulo, no hay
cadenas mas que dentro de tu psiquis eclipsada por la fragilidad
tambaleante de tus vísceras mortales, de la mente impune de
feroces humanos que lanzan sobre ti sus afiladas dagas!.
- Ayúdame Desideria, hazme entender esa Paz que de ti
fluye, déjame sentirla…
- Vuelves a equivocarte, querido Noctámbulo, yo no puedo
permitirte que te sientas, ese es un derecho propio, que has
adquirido tú por tu propio origen.
- Perdón Desideria, no sé como dejar de equivocarme!.
- Te equivocas de nuevo mi “externo” Noctámbulo, yo no puedo
otorgarte mas perdón que aquel que tú mismo te
hayas concedido.
- Dime como debo hablarte, que debo decir para salvarme…
- No crees en ti y eso te quita cualquier posibilidad de salvación.
Noctámbulo se quedó en silencio, la miró con reclamo y bajo sus ojos
fijándolos en el piso.
- ¿Qué significó lo que hiciste con la arena? – preguntó
rompiendo el suave silencio reinante?
- Querido Noctámbulo piensa en la supremacía concluyendo, en
La disolución eterna, en el esparcimiento de lo sagrado…
Noctámbulo le tomó fuertemente la mano. La miró suplicante y
sin pensar en lo que hacía le acarició lentamente la mejilla izquierda.
- ¿Te sientes parte de la solidificación?.
- Sí… - respondió él al comprender que ella se refería al
contacto – sí – repitió – claro que ansío el contacto, el
cuerpo – dijo con cierto aprehendimiento.
Estaba enamorado de Desideria y soñaba con sus labios y con sus
pechos, soñaba con besar su cuerpo y poseerlo y retenerla…
- El contacto es necesario – prosiguió, como queriendo
asegurarle a Desideria que él era hombre y que se
comportaba como tal.
Ella permanecía en silencio, observaba como él movía sus manos,
como el ritmo de su voz se aceleraba junto al de todo su cuerpo,
no lo miraba a los ojos.
- Desi – dijo él - ¿me estás escuchando?, es importante lo
que estoy diciendo. Yo siempre te presto atención – reclamó.
Desideria al fin pareció mirarlo, aunque yo hubiera jurado que sus
pupilas estaban demasiado lejos de allí…
- Ah!, el sexo – dijo al fin – te refieres al sexo, ¿no?,
claro – dijo y lo miró despacio.
- Bueno… sí… es elemental el sexo, el contacto, el amor.
- El amor… crea todo el tiempo y sin embargo lo tiñe todo
de sospecha.
- ¿Sospecha?, claro! – responde, queriendo aparentar
que ha comprendido todo – cuando uno ama demasiado
los celos pueden trastornarlo y la sospecha se
convierte en un arma mortal.
- ¿Celos, Noctámbulo?, ¿qué son los celos?.
Él la mira sorprendido.
- Los celos – responde de repente – son expresiones de
Amor, de la Necesidad que sentimos por la otra
persona, de lo importante que es para Nosotros… sin
celos, acaso, ¿hay Amor?, no, verdad?, Desi querida.
Desideria se sienta sobre la arena y sus piernas parecen
confundirse en ella, su cuerpo parece extendido, infinitamente
fragmentado. El viento le acaricia la tela con forma de falda y
Noctámbulo embelesado mira sus brillantes muslos sin poder
dejar de sentir celos.
- El contacto es constante, la sustancia crea, el impulso
interno vive, ¿dónde están los celos?, no hay espacio
para ellos en el despliegue infinito.
- Desi, cuando uno ama teme que lo dejen, que encuentren
alguien mejor. Uno siempre se siente pequeño, feo, inconcluso,
poco inteligente frente a la persona que ama, acaso, ¿no te has
enamorado nunca?.
Ella gira sobre la arena, apoya sus codos y fija sus ojos en el agua
constante, constante…
- Amo desde el Principio, porque de lo contrario no
hubiera sido y no podría extinguirme.
- ¿Y quién es el afortunado? o ¿han sido varios? – pregunta con la
ira bañándole los ojos y sin haberse percatado siquiera de la
profundidad de las palabras “vertidas” por ella.
Desideria aplasta su cabeza en la arena, la gira y lo mira.
- ¿Varios?, todos somos muchos aunque uno solo. Es a mí
misma a quién amo.
- ¡Qué actitud mas egocéntrica!, te deben haber
lastimado mucho para que te niegues a compartir.
- Yo estoy compartida.
- Bueno Desi – dice molesto – yo no esperaba que fueras
virgen.
- ¿Virgen?... ah! claro, virgen, cuerpo no tocado, claro,
¿qué es ser virgen? – dice menguando el tono de su voz.
- No sabía, no pensaba que eras del “tipo” de mujeres
que tienen varias relaciones, la verdad me decepcionas – dijo
con cierto tono de amargura en su voz.
- ¿Qué te decepciono?!, ¿quién eres tú para que yo te
decepcione?, ¿y quién soy yo para decepcionarte?.
- ¡ Estás tratando de Confundirme! – dice Noctámbulo
enojado.
- ¿Confundirte, querido Nocti?, , yo no he dicho nada que
tú no hayas reinterpretado. Hay demasiada
información en tu cabeza.
- ¿Sabes cuál es tu gran problema Desideria?, ¡creer que
lo sabes todo! – respondió Noctámbulo muy enojado y
con las manos temblorosas.
Desideria no sabía si continuar o no con la charla… ¿Era correcto
empujarlo tanto?... de todas formas, vivir así sumido en la
mediocridad…
- ¡Desideria! – gritó Noctámbulo – ni siquiera me escuchas, ni
siquiera te importa lo que pienso, mucho menos lo que
Siento!...
- Noctámbulo
- Me ignoras, no puedo creer tanta indiferencia.
- Noctámbulo, calmémonos.
- No te burles de mí, Desideria!.
Noctámbulo estaba realmente enojado, pero no iba a irse, no
podía hacerlo, temía que a Desideria no le importara, que lo
dejara ir e incluso no quisiera verlo mas.
- Noctámbulo, no me estoy burlando, estoy hablándote y
quiero seguir hablándote.
Su voz sonó muy dulce en los oídos de él.
La brisa matutina arrastraba el cabello de Desideria sobre sus
hombros, sobre su espalda.
Noctámbulo la “admiraba” tanto.
- Está bien – dijo él, con la voz acongojándosele en la
garganta – está bien, yo también quiero charlar
contigo.
Desideria parecía no percatarse de nada, aunque ella conocía muy
bien cada uno de los sentimientos de Noctámbulo.
- ¿Con cuántos hombres has estado? – le pregunta
impaciente, sin poder obviar el tema…
Ella lo mira serena, muy serena, a pesar de todo.
- Con los suficientes como para poder entender.
- ¿¡Entender!?, ¿entender qué?.
- Mi Interior.
- No entiendo, no entiendo – dice perdiendo de nuevo la
Paciencia – por qué me hablas de a trozos, de a
Pedazos?... ¿Por qué no eres mas específica?.
- Hablo como sé hacerlo, como lo siento, digo lo que soy.
- No te entiendo, ¿por qué no te entiendo?, ¿por qué no
puedo hacerlo? – dice muy apenado, pero de repente
cambia el tono de su voz, que se vuelve áspero y
reprochante – yo creo que te gusta hablarme así,
metafóricamente, filosóficamente…
Desideria guarda silencio, no quiere que Noctámbulo la
malinterprete…
- Desideria, ¿otra vez no me estás oyendo?
- Yo siempre escucho, querido Noctámbulo, no temas, yo
jamás podría ignorarte.
- Entonces dame una respuesta, una respuesta que se
pueda entender.
Ella lo miró, el parpadeó y se mantuvo firme provocadoramente…
- Me estás pidiendo que traduzca lo que soy, para
hacerlo debo utilizar lo que no soy, no es tarea fácil.
No puedo vivenciar los hechos de la misma manera en
que lo haces tú Nocti, y no sé como explicarte mi
realidad.
- ¿De qué realidad hablas?, todos vivimos en una y en un
mundo real.
- No, no vivimos en una sola realidad.
- Bueno, no, si te referís a que cada uno se inventa las
situaciones que mas le convienen.
Me decepciona profundamente que te esté pasando eso.
Desideria duda, no sabe que responder, como explicar, pero
también sabe que no puede guardar silencio porque él pensaría
que tiene razón, una razón equivocada.
- No me estoy inventando ninguna realidad, solo trato de
explicarte como siento, como vivencio cada hecho, si
pudieras percibirlo de la misma manera en que yo lo
hago me comprenderías perfectamente.
- Pero yo no puedo percibir al mundo como tú.
Y en todo caso si tú lo percibieras como yo nos
entenderíamos.
Noctámbulo parecía enojarse cada vez más. Desideria no sabía
como calmar su ira, como lograr que dejara de sentirse agredido,
de competir, para que pudiera entender…
- Trato de decir que no hay diferencia para mí entre Tú y
Yo, no hay diferencia entre nosotros y el Universo – dijo y
guardó silencio.
Noctámbulo estaba enojado y hubiera deseado no contestarle
pero sentía mucha curiosidad, ¿qué habría querido decir ella?...
- ¿Cómo es qué dices que no hay diferencia entre
Nosotros?, si justamente no nos entendemos por lo
diferentes que somos.
- Quiero que dejes de pensar por un momento en ti como
un ser separado del resto. Inténtalo. Deja de pensar
en mí como ella y piensa en mí como si fueras tú mismo.
Deja de pensar en el sol como algo externo que te da
calor y piensa en el como tú mismo calentando o
quemando.
Piensa que eres la arena de la playa, siente su
humedad, su fortaleza.
Noctámbulo se quedó pensando, tratando de sentir las emociones
que Desideria le había descripto, tratando de que no hubiera
diferencia entre él y el mundo que lo rodeaba.
Ella después de guardar silencio por unos minutos agregó
- Es por eso que es a mí misma a quien amo.
Noctámbulo sintió que podía comprender este ejemplo, pero…
- Comprendo lo que me dices, pero sentirlo es imposible.
Es muy difícil ser algo que no soy.
- Es que esa es la Cuestión, se trata de ser lo que sos.
Noctámbulo se quedó en silencio… si lograra como decía Desi,,
sentirse parte de todo, la perdería completamente, ya no podría
anhelarla, ni necesitarla, ni siquiera tal vez desearía tocarla, ella
pasaría a ser como el resto de las cosas con las que él se
identificaría… pero no podía decirle que la amaba y que si se
esforzaba por comprenderla probablemente la perdería.
Ella como adivinando sus pensamientos, dijo
- No puedes poseer lo que ya posees.
Él algo desesperado respondió
- Pero yo no siento que posea nada en especial, mas que
aquello que he comprado y mi propio cuerpo.
- Pero posees mucho más que eso y nadie mas que tú mismo
puede darse cuenta de ello, nadie puede convencerte de
aquello que no sientes.
Noctámbulo temía que ella ya no quisiera verlo. Pero Desideria lo
miró fija y serenamente, como tranquilizándolo.
Noctámbulo se paró de repente, la tomó por los hombros, hizo
que ella se pusiera de pie y en un enorme gesto de valor que él
mismo no comprendía, le dijo
- Tú que pareces saberlo todo, que dices saberlo todo,
puedes entonces sin duda, leer en mis ojos…
Ella hubiera querido acariciarlo, pero se contuvo, sabía que él no
entendería.
- En tus ojos y en todo Tú veo tu extensión, tu profundidad
y también inevitablemente veo tu letargo.
Él nervioso por su “indiferencia”, (Noctámbulo interpreta a las
palabras de Desideria como indiferencia), le pregunta
- ¿Y qué más ves en mí?
- ¿Qué mas se podría ver?, te estoy viendo.
Noctámbulo tenía los ojos brillantes de lágrimas, no podía
soportar que ella no sintiera nada por él y que se lo dijera así, sin
ninguna inhibición.
- ¿Y no ves mi pena?, no hace falta adivinar para darse
cuenta de ella.
- Siento tu pena, tu impotencia, tu lástima por ti mismo. Sé
de tu Detenimiento.
- ¡Yo no tengo lástima de mí mismo! – aseguró levantando la
voz – y no sé porqué he permitido que te entrometas tanto
en mi vida – es preferible perder a esta mujer que seguir
soportando su soberbia locura – pensó.
Desideria lo miró fijamente, pero se detuvo, sabía que no debía
persuadirlo, él debía entenderlo por sí mismo.
- Lo que quiero decir Nocti es que al sentirte separado del
resto puedes sentirte elegido pero también ignorado y eso
genera el debilitamiento, la lástima…
Él se calmó un poco, la voz de ella siempre parecía tranquilizarlo.
Al fin dijo
- Estoy demasiado exaltado para continuar hablando, no
deseo escuchar mas.
Tocó el hombro de Desideria como tratando de asegurarse que
volvería a verla y se marchó.
Se marchó caminando rápido.
Ella se acostó en la arena, extendió sus brazos y abrió las palmas
de sus manos.
Dejó que el aire entrara en cada espacio de su cuerpo y exhaló
cada parte de sí misma.
Giró por el suelo de la playa salpicada de haces dorados.
Su pelo mojado cayendo sobre su cara, su cuerpo translúcido, sus
ojos, un derroche de Luz.
Romina Carbonetti
Desideria tomó un poco de arena, tan molida del piso caliente y la disolvió
en el aire.
-¿Qué significa esto? – preguntó Noctámbulo.
Desideria se alejó un poco, tomó su cuerpo y lo apoyó en la sombra de un
árbol.
- ¿Por qué debería significar algo?.
- Porque todo para ti significa, Desideria.
Desideria lo miró un momento, tan breve, que Noctámbulo ni siquiera tuvo
tiempo de darse cuenta.
- ¿Debo explicarte algo que solo tiene un significado para mí?, si
no tiene dimensión en tu mente, ¿por qué quieres conocer una
parte de el?...
Noctámbulo se quedó mirándola, ella siempre tenía respuestas tan…
- ¿Por qué tus respuestas son tan diferentes, Desideria, tan llenas
de Pasión y Seguridad?.
- ¿¡ Diferentes, llenas de Pasión?!...
- Sí, es decir, son… son… Abismales, llenas de Infinitud!.
- Entonces Noctámbulo, algo en ti advierte la Dimensión, la Vida,
la Verdad?...
- No creo Desideria que yo pueda advertir tanto, creo que se trata
solo de cómo vivencio el mundo a través de ti.
- Noctámbulo querido, aún si así fuera, tu Existencia espera su
resolución inmediata, siente el Sentido Eterno de su Perfección
Irremediable.
- Tus Palabras!, el sonido de tu magnífica voz!, parecen
encadenarme Desi querida.
- He ahí tu máximo riesgo y tu miedo oculto, Noctámbulo, no hay
cadenas mas que dentro de tu psiquis eclipsada por la fragilidad
tambaleante de tus vísceras mortales, de la mente impune de
feroces humanos que lanzan sobre ti sus afiladas dagas!.
- Ayúdame Desideria, hazme entender esa Paz que de ti
fluye, déjame sentirla…
- Vuelves a equivocarte, querido Noctámbulo, yo no puedo
permitirte que te sientas, ese es un derecho propio, que has
adquirido tú por tu propio origen.
- Perdón Desideria, no sé como dejar de equivocarme!.
- Te equivocas de nuevo mi “externo” Noctámbulo, yo no puedo
otorgarte mas perdón que aquel que tú mismo te
hayas concedido.
- Dime como debo hablarte, que debo decir para salvarme…
- No crees en ti y eso te quita cualquier posibilidad de salvación.
Noctámbulo se quedó en silencio, la miró con reclamo y bajo sus ojos
fijándolos en el piso.
- ¿Qué significó lo que hiciste con la arena? – preguntó
rompiendo el suave silencio reinante?
- Querido Noctámbulo piensa en la supremacía concluyendo, en
La disolución eterna, en el esparcimiento de lo sagrado…
Noctámbulo le tomó fuertemente la mano. La miró suplicante y
sin pensar en lo que hacía le acarició lentamente la mejilla izquierda.
- ¿Te sientes parte de la solidificación?.
- Sí… - respondió él al comprender que ella se refería al
contacto – sí – repitió – claro que ansío el contacto, el
cuerpo – dijo con cierto aprehendimiento.
Estaba enamorado de Desideria y soñaba con sus labios y con sus
pechos, soñaba con besar su cuerpo y poseerlo y retenerla…
- El contacto es necesario – prosiguió, como queriendo
asegurarle a Desideria que él era hombre y que se
comportaba como tal.
Ella permanecía en silencio, observaba como él movía sus manos,
como el ritmo de su voz se aceleraba junto al de todo su cuerpo,
no lo miraba a los ojos.
- Desi – dijo él - ¿me estás escuchando?, es importante lo
que estoy diciendo. Yo siempre te presto atención – reclamó.
Desideria al fin pareció mirarlo, aunque yo hubiera jurado que sus
pupilas estaban demasiado lejos de allí…
- Ah!, el sexo – dijo al fin – te refieres al sexo, ¿no?,
claro – dijo y lo miró despacio.
- Bueno… sí… es elemental el sexo, el contacto, el amor.
- El amor… crea todo el tiempo y sin embargo lo tiñe todo
de sospecha.
- ¿Sospecha?, claro! – responde, queriendo aparentar
que ha comprendido todo – cuando uno ama demasiado
los celos pueden trastornarlo y la sospecha se
convierte en un arma mortal.
- ¿Celos, Noctámbulo?, ¿qué son los celos?.
Él la mira sorprendido.
- Los celos – responde de repente – son expresiones de
Amor, de la Necesidad que sentimos por la otra
persona, de lo importante que es para Nosotros… sin
celos, acaso, ¿hay Amor?, no, verdad?, Desi querida.
Desideria se sienta sobre la arena y sus piernas parecen
confundirse en ella, su cuerpo parece extendido, infinitamente
fragmentado. El viento le acaricia la tela con forma de falda y
Noctámbulo embelesado mira sus brillantes muslos sin poder
dejar de sentir celos.
- El contacto es constante, la sustancia crea, el impulso
interno vive, ¿dónde están los celos?, no hay espacio
para ellos en el despliegue infinito.
- Desi, cuando uno ama teme que lo dejen, que encuentren
alguien mejor. Uno siempre se siente pequeño, feo, inconcluso,
poco inteligente frente a la persona que ama, acaso, ¿no te has
enamorado nunca?.
Ella gira sobre la arena, apoya sus codos y fija sus ojos en el agua
constante, constante…
- Amo desde el Principio, porque de lo contrario no
hubiera sido y no podría extinguirme.
- ¿Y quién es el afortunado? o ¿han sido varios? – pregunta con la
ira bañándole los ojos y sin haberse percatado siquiera de la
profundidad de las palabras “vertidas” por ella.
Desideria aplasta su cabeza en la arena, la gira y lo mira.
- ¿Varios?, todos somos muchos aunque uno solo. Es a mí
misma a quién amo.
- ¡Qué actitud mas egocéntrica!, te deben haber
lastimado mucho para que te niegues a compartir.
- Yo estoy compartida.
- Bueno Desi – dice molesto – yo no esperaba que fueras
virgen.
- ¿Virgen?... ah! claro, virgen, cuerpo no tocado, claro,
¿qué es ser virgen? – dice menguando el tono de su voz.
- No sabía, no pensaba que eras del “tipo” de mujeres
que tienen varias relaciones, la verdad me decepcionas – dijo
con cierto tono de amargura en su voz.
- ¿Qué te decepciono?!, ¿quién eres tú para que yo te
decepcione?, ¿y quién soy yo para decepcionarte?.
- ¡ Estás tratando de Confundirme! – dice Noctámbulo
enojado.
- ¿Confundirte, querido Nocti?, , yo no he dicho nada que
tú no hayas reinterpretado. Hay demasiada
información en tu cabeza.
- ¿Sabes cuál es tu gran problema Desideria?, ¡creer que
lo sabes todo! – respondió Noctámbulo muy enojado y
con las manos temblorosas.
Desideria no sabía si continuar o no con la charla… ¿Era correcto
empujarlo tanto?... de todas formas, vivir así sumido en la
mediocridad…
- ¡Desideria! – gritó Noctámbulo – ni siquiera me escuchas, ni
siquiera te importa lo que pienso, mucho menos lo que
Siento!...
- Noctámbulo
- Me ignoras, no puedo creer tanta indiferencia.
- Noctámbulo, calmémonos.
- No te burles de mí, Desideria!.
Noctámbulo estaba realmente enojado, pero no iba a irse, no
podía hacerlo, temía que a Desideria no le importara, que lo
dejara ir e incluso no quisiera verlo mas.
- Noctámbulo, no me estoy burlando, estoy hablándote y
quiero seguir hablándote.
Su voz sonó muy dulce en los oídos de él.
La brisa matutina arrastraba el cabello de Desideria sobre sus
hombros, sobre su espalda.
Noctámbulo la “admiraba” tanto.
- Está bien – dijo él, con la voz acongojándosele en la
garganta – está bien, yo también quiero charlar
contigo.
Desideria parecía no percatarse de nada, aunque ella conocía muy
bien cada uno de los sentimientos de Noctámbulo.
- ¿Con cuántos hombres has estado? – le pregunta
impaciente, sin poder obviar el tema…
Ella lo mira serena, muy serena, a pesar de todo.
- Con los suficientes como para poder entender.
- ¿¡Entender!?, ¿entender qué?.
- Mi Interior.
- No entiendo, no entiendo – dice perdiendo de nuevo la
Paciencia – por qué me hablas de a trozos, de a
Pedazos?... ¿Por qué no eres mas específica?.
- Hablo como sé hacerlo, como lo siento, digo lo que soy.
- No te entiendo, ¿por qué no te entiendo?, ¿por qué no
puedo hacerlo? – dice muy apenado, pero de repente
cambia el tono de su voz, que se vuelve áspero y
reprochante – yo creo que te gusta hablarme así,
metafóricamente, filosóficamente…
Desideria guarda silencio, no quiere que Noctámbulo la
malinterprete…
- Desideria, ¿otra vez no me estás oyendo?
- Yo siempre escucho, querido Noctámbulo, no temas, yo
jamás podría ignorarte.
- Entonces dame una respuesta, una respuesta que se
pueda entender.
Ella lo miró, el parpadeó y se mantuvo firme provocadoramente…
- Me estás pidiendo que traduzca lo que soy, para
hacerlo debo utilizar lo que no soy, no es tarea fácil.
No puedo vivenciar los hechos de la misma manera en
que lo haces tú Nocti, y no sé como explicarte mi
realidad.
- ¿De qué realidad hablas?, todos vivimos en una y en un
mundo real.
- No, no vivimos en una sola realidad.
- Bueno, no, si te referís a que cada uno se inventa las
situaciones que mas le convienen.
Me decepciona profundamente que te esté pasando eso.
Desideria duda, no sabe que responder, como explicar, pero
también sabe que no puede guardar silencio porque él pensaría
que tiene razón, una razón equivocada.
- No me estoy inventando ninguna realidad, solo trato de
explicarte como siento, como vivencio cada hecho, si
pudieras percibirlo de la misma manera en que yo lo
hago me comprenderías perfectamente.
- Pero yo no puedo percibir al mundo como tú.
Y en todo caso si tú lo percibieras como yo nos
entenderíamos.
Noctámbulo parecía enojarse cada vez más. Desideria no sabía
como calmar su ira, como lograr que dejara de sentirse agredido,
de competir, para que pudiera entender…
- Trato de decir que no hay diferencia para mí entre Tú y
Yo, no hay diferencia entre nosotros y el Universo – dijo y
guardó silencio.
Noctámbulo estaba enojado y hubiera deseado no contestarle
pero sentía mucha curiosidad, ¿qué habría querido decir ella?...
- ¿Cómo es qué dices que no hay diferencia entre
Nosotros?, si justamente no nos entendemos por lo
diferentes que somos.
- Quiero que dejes de pensar por un momento en ti como
un ser separado del resto. Inténtalo. Deja de pensar
en mí como ella y piensa en mí como si fueras tú mismo.
Deja de pensar en el sol como algo externo que te da
calor y piensa en el como tú mismo calentando o
quemando.
Piensa que eres la arena de la playa, siente su
humedad, su fortaleza.
Noctámbulo se quedó pensando, tratando de sentir las emociones
que Desideria le había descripto, tratando de que no hubiera
diferencia entre él y el mundo que lo rodeaba.
Ella después de guardar silencio por unos minutos agregó
- Es por eso que es a mí misma a quien amo.
Noctámbulo sintió que podía comprender este ejemplo, pero…
- Comprendo lo que me dices, pero sentirlo es imposible.
Es muy difícil ser algo que no soy.
- Es que esa es la Cuestión, se trata de ser lo que sos.
Noctámbulo se quedó en silencio… si lograra como decía Desi,,
sentirse parte de todo, la perdería completamente, ya no podría
anhelarla, ni necesitarla, ni siquiera tal vez desearía tocarla, ella
pasaría a ser como el resto de las cosas con las que él se
identificaría… pero no podía decirle que la amaba y que si se
esforzaba por comprenderla probablemente la perdería.
Ella como adivinando sus pensamientos, dijo
- No puedes poseer lo que ya posees.
Él algo desesperado respondió
- Pero yo no siento que posea nada en especial, mas que
aquello que he comprado y mi propio cuerpo.
- Pero posees mucho más que eso y nadie mas que tú mismo
puede darse cuenta de ello, nadie puede convencerte de
aquello que no sientes.
Noctámbulo temía que ella ya no quisiera verlo. Pero Desideria lo
miró fija y serenamente, como tranquilizándolo.
Noctámbulo se paró de repente, la tomó por los hombros, hizo
que ella se pusiera de pie y en un enorme gesto de valor que él
mismo no comprendía, le dijo
- Tú que pareces saberlo todo, que dices saberlo todo,
puedes entonces sin duda, leer en mis ojos…
Ella hubiera querido acariciarlo, pero se contuvo, sabía que él no
entendería.
- En tus ojos y en todo Tú veo tu extensión, tu profundidad
y también inevitablemente veo tu letargo.
Él nervioso por su “indiferencia”, (Noctámbulo interpreta a las
palabras de Desideria como indiferencia), le pregunta
- ¿Y qué más ves en mí?
- ¿Qué mas se podría ver?, te estoy viendo.
Noctámbulo tenía los ojos brillantes de lágrimas, no podía
soportar que ella no sintiera nada por él y que se lo dijera así, sin
ninguna inhibición.
- ¿Y no ves mi pena?, no hace falta adivinar para darse
cuenta de ella.
- Siento tu pena, tu impotencia, tu lástima por ti mismo. Sé
de tu Detenimiento.
- ¡Yo no tengo lástima de mí mismo! – aseguró levantando la
voz – y no sé porqué he permitido que te entrometas tanto
en mi vida – es preferible perder a esta mujer que seguir
soportando su soberbia locura – pensó.
Desideria lo miró fijamente, pero se detuvo, sabía que no debía
persuadirlo, él debía entenderlo por sí mismo.
- Lo que quiero decir Nocti es que al sentirte separado del
resto puedes sentirte elegido pero también ignorado y eso
genera el debilitamiento, la lástima…
Él se calmó un poco, la voz de ella siempre parecía tranquilizarlo.
Al fin dijo
- Estoy demasiado exaltado para continuar hablando, no
deseo escuchar mas.
Tocó el hombro de Desideria como tratando de asegurarse que
volvería a verla y se marchó.
Se marchó caminando rápido.
Ella se acostó en la arena, extendió sus brazos y abrió las palmas
de sus manos.
Dejó que el aire entrara en cada espacio de su cuerpo y exhaló
cada parte de sí misma.
Giró por el suelo de la playa salpicada de haces dorados.
Su pelo mojado cayendo sobre su cara, su cuerpo translúcido, sus
ojos, un derroche de Luz.
Romina Carbonetti
Senseless Light (Sin Sentido Lumínico)
I Love
my appliance coward
and senseless light.
I love
you though not even an alone
stupid motive
remains sane inside me.
A bit of
turbid water
running between my hands
it turns you really
and I Love you.
It is incredible
that being
so invincible I
similar me in
spite of loving
a handcuffed body
so ill-treated as yours.
my appliance coward
and senseless light.
I love
you though not even an alone
stupid motive
remains sane inside me.
A bit of
turbid water
running between my hands
it turns you really
and I Love you.
It is incredible
that being
so invincible I
similar me in
spite of loving
a handcuffed body
so ill-treated as yours.
Mecánica Soledad Procesada en una Santidad Simplificada
Soledad… Sobriedad en el miedo,
el miedo a atacar, a retroceder,
a desgarrar la piel con los labios.
Se vuelve absurdo lo negado,
la atención se desplaza,
cambia, busca el nuevo sentimiento
que no logra llenar la pupila y
agigantarla, volviéndola
otra vez inocente del extravío
textual de unos senos que
solo caen.
Mecánico se vuelve el rumor y
socava espacios,
los mismos que se llenan furtivamente
cautivando lo opaco.
La mirada se tensa y se ajusta,
los sentidos se disparan.
El tiempo se vuelve monótono,
se raja, se clausura.
Nada puede ser absorbido
porque todo está diluido ferozmente.
Santidad en minúsculos tonos
plateados. Eclipse de miedos
negados y de burbujas que permanecen
en la mitad.
Se busca el contorno. La forma
de internarse en el movimiento sin
pensar en la perpetuidad…
Solo en el contorno profundo.
Simplicidad en la complicación.
Matiz entre matices modificando
el espectro e intercambiando
reflejos intensos.
La trama se avasalla y se
vuelve etéreamente conclusa.
Procesado, intermediando lo que se ve,
aullando casi lejanamente, acurrucado
en el caparazón que se torna mas
pequeño.
Inclemente, sosegándose.
el miedo a atacar, a retroceder,
a desgarrar la piel con los labios.
Se vuelve absurdo lo negado,
la atención se desplaza,
cambia, busca el nuevo sentimiento
que no logra llenar la pupila y
agigantarla, volviéndola
otra vez inocente del extravío
textual de unos senos que
solo caen.
Mecánico se vuelve el rumor y
socava espacios,
los mismos que se llenan furtivamente
cautivando lo opaco.
La mirada se tensa y se ajusta,
los sentidos se disparan.
El tiempo se vuelve monótono,
se raja, se clausura.
Nada puede ser absorbido
porque todo está diluido ferozmente.
Santidad en minúsculos tonos
plateados. Eclipse de miedos
negados y de burbujas que permanecen
en la mitad.
Se busca el contorno. La forma
de internarse en el movimiento sin
pensar en la perpetuidad…
Solo en el contorno profundo.
Simplicidad en la complicación.
Matiz entre matices modificando
el espectro e intercambiando
reflejos intensos.
La trama se avasalla y se
vuelve etéreamente conclusa.
Procesado, intermediando lo que se ve,
aullando casi lejanamente, acurrucado
en el caparazón que se torna mas
pequeño.
Inclemente, sosegándose.
miércoles, 1 de octubre de 2008
Amelia
- Tía, ¿por qué siempre vistes de negro? – le había preguntado Amelia hacia
algún tiempo.
Ella mirándo largamente, ausente, había respondido.
- por mis muertos.
- pero tía, ¿acaso ellos no murieron hace mucho tiempo?. Yo ni siquiera
recuerdo a mis padres – había insistido la jovenzuela.
- murieron Amelia, ya no van a volver jamás, ya no vamos a volver a verlos
otra vez – había contestado saliendo de la habitación pausadamente.
Las paredes blancas, muy blancas, los espacios enormes, enormes y mudos de esa casa.
Los tules colgando en las ventanas, meciéndose insistentemente en el viento. Las fotos
familiares oscuras y amarillentas llenando cada lugar, provocaban en Amelia un vacio,
un vacio perfecto que se volvía a veces aterrador.
Tanto orden, tanta luz disfrazada, tanto sigilo, tanto pasado evocado continuamente.
Los días se enroscaban ahí, se ahuecaban, se volvían fastidiosamente repetitivos, secos,
estériles.
- a dormir Amelia!
La voz de su tía se perpetraba en cada resquicio, en cada indiferente espacio.
Tendida en una enorme cama estaba la jovencita, cubierta de esos tules blancos que
tanto la atormentaban, con el cabello forrado de moños rosados y sus espantosas
muñecas de porcelana, que tenían ese rostro perforado de un blanco lleno de ausencias y
los ojos fijos y endurecidos… como su tía.
Cada noche, cuando no se oía ni un ruido, el golpeteo mínimo y repetitivo de los rezos
de su tutora sumergían a Amelia en profundas tribulaciones, en amargos miedos.
Cerraba los ojos temblorosa, tapándose el rostro con las prolijas sábanas bordadas de la
familia y se imaginaba riendo, bailando en la playa…
Cada día, era un día mas para su tía, un día mas para pagar por seguir viva, por estar
viva ella y no su amado esposo, ella y no su querida hermana, la madre de Amelia. Se
torturaba asfixiándose en su soledad, en la incapacidad de comprender porque dios la
había castigado así, porque le había quitado tan súbitamente a quienes ella mas amaba.
La vida había perdido el sentido, solo esperaba la muerte.
Cada tarde en que sus clases de Historia y Literatura se lo permitían, Amelia tomaba el
té presurosa en esas tasas pintadas a mano y con cada movimiento sabido de memoria.
Y corría, corría enredándose en esos estúpidos vestidos blancos, llenos de vuelos, corría
al mar y se hundía en el agua, se tiraba en la arena, se llenaba de oxígeno, se inundaba
de viento, se enredaba de sol, no quería parecerse a sus mustias muñecas.
Oscurecía y volvía de prisa, se quitaba el vestido lleno de arena y se metía en la bañera
revestida de ornamentos horrorosos.
Lavaba su cabello, debía peinarlo meticulosamente, llenarlo de moños rosados y bajar a
cenar.
Solo algunas velas en la mesa, el insoportable silencio eterno, la sopa a media
temperatura, el mismo sabor a pescado hervido.
Luego las verduras, la carne y siempre, las uvas, las preferidas del difunto tío Ezequiel.
Uno de esos días repetitivos y sombríos la mañana había amanecido deliciosa.
Amelia deseaba salir a correr, sumergirse en el mar, pero debía bajar al comedor,
desayunar y tomar sus acostumbradas clases con sus maestros particulares.
Su soledad se hacía cada vez mas intensa, siempre había estado sola, ausente de afecto y
contención. Su tía jamás le había hablado con dulzura, jamás le había demostrado amor.
Esa tarde no bajó a tomar su lección de piano, saltó por la ventana sosteniéndose el
sombrero de terciopelo negro que a su tía le gustaba que ella usara para asistir a la
iglesia en cada aniversario de sus muertos.
Tomó su muñeca, la que intentaba no mirar nunca al acostarse por las noches, porque su
mueca horrible la hacía temblar, y corrió, corrió con sus vuelos flotando en la brisa,
corrió con sus botitas hundiéndose en la arena, corrió con los ojos llenos de lágrimas,
corrió sintiendo que le faltaba el aire, con las mejillas rojas de sangre, corrió, corrió
hasta que fue abrazada por el mar, abrazada como jamás los brazos de su tía lo habían
hecho, corrió hasta que el agua azul la abrazó por fin, completamente.
FIN
algún tiempo.
Ella mirándo largamente, ausente, había respondido.
- por mis muertos.
- pero tía, ¿acaso ellos no murieron hace mucho tiempo?. Yo ni siquiera
recuerdo a mis padres – había insistido la jovenzuela.
- murieron Amelia, ya no van a volver jamás, ya no vamos a volver a verlos
otra vez – había contestado saliendo de la habitación pausadamente.
Las paredes blancas, muy blancas, los espacios enormes, enormes y mudos de esa casa.
Los tules colgando en las ventanas, meciéndose insistentemente en el viento. Las fotos
familiares oscuras y amarillentas llenando cada lugar, provocaban en Amelia un vacio,
un vacio perfecto que se volvía a veces aterrador.
Tanto orden, tanta luz disfrazada, tanto sigilo, tanto pasado evocado continuamente.
Los días se enroscaban ahí, se ahuecaban, se volvían fastidiosamente repetitivos, secos,
estériles.
- a dormir Amelia!
La voz de su tía se perpetraba en cada resquicio, en cada indiferente espacio.
Tendida en una enorme cama estaba la jovencita, cubierta de esos tules blancos que
tanto la atormentaban, con el cabello forrado de moños rosados y sus espantosas
muñecas de porcelana, que tenían ese rostro perforado de un blanco lleno de ausencias y
los ojos fijos y endurecidos… como su tía.
Cada noche, cuando no se oía ni un ruido, el golpeteo mínimo y repetitivo de los rezos
de su tutora sumergían a Amelia en profundas tribulaciones, en amargos miedos.
Cerraba los ojos temblorosa, tapándose el rostro con las prolijas sábanas bordadas de la
familia y se imaginaba riendo, bailando en la playa…
Cada día, era un día mas para su tía, un día mas para pagar por seguir viva, por estar
viva ella y no su amado esposo, ella y no su querida hermana, la madre de Amelia. Se
torturaba asfixiándose en su soledad, en la incapacidad de comprender porque dios la
había castigado así, porque le había quitado tan súbitamente a quienes ella mas amaba.
La vida había perdido el sentido, solo esperaba la muerte.
Cada tarde en que sus clases de Historia y Literatura se lo permitían, Amelia tomaba el
té presurosa en esas tasas pintadas a mano y con cada movimiento sabido de memoria.
Y corría, corría enredándose en esos estúpidos vestidos blancos, llenos de vuelos, corría
al mar y se hundía en el agua, se tiraba en la arena, se llenaba de oxígeno, se inundaba
de viento, se enredaba de sol, no quería parecerse a sus mustias muñecas.
Oscurecía y volvía de prisa, se quitaba el vestido lleno de arena y se metía en la bañera
revestida de ornamentos horrorosos.
Lavaba su cabello, debía peinarlo meticulosamente, llenarlo de moños rosados y bajar a
cenar.
Solo algunas velas en la mesa, el insoportable silencio eterno, la sopa a media
temperatura, el mismo sabor a pescado hervido.
Luego las verduras, la carne y siempre, las uvas, las preferidas del difunto tío Ezequiel.
Uno de esos días repetitivos y sombríos la mañana había amanecido deliciosa.
Amelia deseaba salir a correr, sumergirse en el mar, pero debía bajar al comedor,
desayunar y tomar sus acostumbradas clases con sus maestros particulares.
Su soledad se hacía cada vez mas intensa, siempre había estado sola, ausente de afecto y
contención. Su tía jamás le había hablado con dulzura, jamás le había demostrado amor.
Esa tarde no bajó a tomar su lección de piano, saltó por la ventana sosteniéndose el
sombrero de terciopelo negro que a su tía le gustaba que ella usara para asistir a la
iglesia en cada aniversario de sus muertos.
Tomó su muñeca, la que intentaba no mirar nunca al acostarse por las noches, porque su
mueca horrible la hacía temblar, y corrió, corrió con sus vuelos flotando en la brisa,
corrió con sus botitas hundiéndose en la arena, corrió con los ojos llenos de lágrimas,
corrió sintiendo que le faltaba el aire, con las mejillas rojas de sangre, corrió, corrió
hasta que fue abrazada por el mar, abrazada como jamás los brazos de su tía lo habían
hecho, corrió hasta que el agua azul la abrazó por fin, completamente.
FIN
El Libro de Titi
Estaba en la habitación, la puerta se cerró de repente, aunque hizo un ruido apenas
perceptible.
Él volteo pensando que alguien había entrado, pero… ¿quién podría venir si nadie ya
visitaba ese lugar, ni sabía que él estaba allí?.
Debe ser el viento se dijo y miró hacia la ventana, pero esta estaba herméticamente
cerrada, volvió la vista rápidamente a los cristales cuando apenas acababa de despegarla
de ellos y observó sorprendido que algunos estaban empañados.
El pulso se le aceleró, algunas gotas de sudor aparecieron en su frente y una sensación
fría lo atravesó.
Seguramente cambió la temperatura al cerrarse al puerta… se dijo tranquilizándose.
Volvió hacia el libro que le interesaba, ese era el real motivo que lo había llevado
hasta allí.
Tomó el libro gris, el de tapas duras, el que había visto tantas veces en el regazo de su
abuelo.
Un libro que este jamás le había dejado tocar.
Lo abrió despacio, temeroso y expectante, como esperando descubrir algo terrible o
sorprendente.
Sus pupilas se dilataron de repente, su boca se abrió, el libro estaba lleno de páginas…
en blanco, en blanco!.
¿Qué significaba todo esto?, entonces su abuelo… si, como él lo había sospechado
siempre, ocultaba algo…
Se sentó indignado en el cómodo sillón beige.
Empezó a pasar las hojas una y otra vez y cada vez mas rápidamente…
Trataba de encontrar algo.
Entonces su atención se dirigió a las tapas,
Claro – pensó – debe haber algo dentro de ellas, debo romperlas, pero se detuvo,
romper el libro de mi querido Titi, (así llamaba él a su abuelo), su amado libro…
Y otra pregunta atravesó velozmente su cabeza,
¿amado?...
Sabia poco de su abuelo, este siempre había sido un personaje misterioso, pero había
sido su mejor amigo durante su infancia…
Un ruido lo sacó de su ensimismamiento.
¿Qué había sido eso?, parecía como si el sillón hubiera dado un aullido, volvió
inmediatamente sus ojos hacia la ventana, los vidrios estaban ahora totalmente
empañados, se levantó de un salto y camino veloz hacia la puerta, tiró y esta no se
abrió, sorprendido e incrédulo volvió a tomar el picaporte y tiró de el con todas sus
fuerzas, cayó al piso por el esfuerzo, la puerta permaneció serenamente cerrada.
Se levantó lento, todo le daba vueltas en su cabeza, trataba de encontrar una respuesta a
todo aquello, una razón…
Sacó su celular de la campera pero cuando quiso marcar el número de Mica, su novia,
vio casi con un asomo de terror que su teléfono no tenía batería, lo había cargado hacía
solo unas horas…
Se apoyó en la mesa escritorio, casi sin saber si debía dejar que sus manos la tocaran, si
debía tocar algo de lo que estaba allí…
Trató de calmarse, debía pensar, relacionar los hechos sucedidos.
Desde que Titi se había ido, Leandro no había vuelto al campo.
Habían pasado diez años y él había sentido la necesidad de acercarse a su abuelo, a sus
recuerdos… Su curiosidad por aquel libro no había desaparecido nunca de su mente.
Su abuelo pasaba horas leyéndolo, sin dejar jamás que él lo viera y ahora, ahora que
había logrado tenerlo entre sus manos, lo habría y descubría doscientas páginas en
blanco!...
Y … la habitación cerrada, los vidrios cubiertos de vapor, su celular sin batería y la
temperatura que cada vez parecía ir aumentando un poco mas.
¿Qué significaba todo esto?, parecía una broma de mal gusto, tal vez de eso se trataba,
de una broma de mal gusto… ¿pero de quién? Y ¿cuál era el sentido, el por qué?...
Titi siempre le había dedicado tiempo, lo había escuchado y había compartido sus
juegos y siempre le había recomendado “no sucumbir ante ninguna tentación”, sí…
ahora lo recordaba, siempre repetía esa frase.
Él había sido su único nieto, hijo de su única hija. Su madre y Titi mantenían una
relación de respeto distante.
Su abuelo jamás le había querido hablar a su hija sobre su madre, ni sobre historia
familiar alguna.
La madre de Leandro, Isabel, había muerto tiempo después de la muerte de Titi.
Había muerto de un ataque al corazón… allí, en el campo…!...
Su cabeza le daba vueltas, todo alrededor de él daba vueltas…
Volvió hacia la puerta, tiró con fuerza e insistencia. Su cuerpo estaba tembloroso. Las
manos mojadas se le resbalaban.
Volvió hacia la ventana, el cielo estaba completamente oscuro, golpeó con fuerza los
vidrios, estos se rompieron atravesándole las manos.
Cayó al piso gimiendo de dolor, trató desesperadamente de cubrirse con su ropa las
heridas, como tratando de protegerse, cuando descubrió que dos vidrios habían
atravesado completamente sus muñecas… estaba desangrándose…
Con la poca fuerza que le quedaba tomó el libro que estaba sobre el sillón beige de su
abuelo.
Arrancando con un desesperado grito de dolor los vidrios de sus brazos abrió con uno
de los trozos afilados las tapas.
Las abrió, mordiéndose los labios, capturado por una especie de odio que recorría su
cerebro y hacía explotar su llanto.
Las abrió ferozmente y al hacerlo su sangre empapó las hojas en blanco. Miró alterado,
al borde de un shock nervioso, no había NADA, NADA!, nada escrito, nada dibujado,
ni una mancha!...
Arrancó las tapas con los dedos casi inmóviles, acalambrados por el dolor y una herida
que parecía agigantarse mas ante el menor esfuerzo.
Las arrancó y todo su cuerpo pareció ser arrancado.
Las arrancó y en el dorso interno que une a ambas vio letras, letras mínimas, al fin!, al
fin algo que lo ayudaría a entender…
Acercó el cartón a sus ojos y leyó
“La Curiosidad mata al Hombre”.
Fin
perceptible.
Él volteo pensando que alguien había entrado, pero… ¿quién podría venir si nadie ya
visitaba ese lugar, ni sabía que él estaba allí?.
Debe ser el viento se dijo y miró hacia la ventana, pero esta estaba herméticamente
cerrada, volvió la vista rápidamente a los cristales cuando apenas acababa de despegarla
de ellos y observó sorprendido que algunos estaban empañados.
El pulso se le aceleró, algunas gotas de sudor aparecieron en su frente y una sensación
fría lo atravesó.
Seguramente cambió la temperatura al cerrarse al puerta… se dijo tranquilizándose.
Volvió hacia el libro que le interesaba, ese era el real motivo que lo había llevado
hasta allí.
Tomó el libro gris, el de tapas duras, el que había visto tantas veces en el regazo de su
abuelo.
Un libro que este jamás le había dejado tocar.
Lo abrió despacio, temeroso y expectante, como esperando descubrir algo terrible o
sorprendente.
Sus pupilas se dilataron de repente, su boca se abrió, el libro estaba lleno de páginas…
en blanco, en blanco!.
¿Qué significaba todo esto?, entonces su abuelo… si, como él lo había sospechado
siempre, ocultaba algo…
Se sentó indignado en el cómodo sillón beige.
Empezó a pasar las hojas una y otra vez y cada vez mas rápidamente…
Trataba de encontrar algo.
Entonces su atención se dirigió a las tapas,
Claro – pensó – debe haber algo dentro de ellas, debo romperlas, pero se detuvo,
romper el libro de mi querido Titi, (así llamaba él a su abuelo), su amado libro…
Y otra pregunta atravesó velozmente su cabeza,
¿amado?...
Sabia poco de su abuelo, este siempre había sido un personaje misterioso, pero había
sido su mejor amigo durante su infancia…
Un ruido lo sacó de su ensimismamiento.
¿Qué había sido eso?, parecía como si el sillón hubiera dado un aullido, volvió
inmediatamente sus ojos hacia la ventana, los vidrios estaban ahora totalmente
empañados, se levantó de un salto y camino veloz hacia la puerta, tiró y esta no se
abrió, sorprendido e incrédulo volvió a tomar el picaporte y tiró de el con todas sus
fuerzas, cayó al piso por el esfuerzo, la puerta permaneció serenamente cerrada.
Se levantó lento, todo le daba vueltas en su cabeza, trataba de encontrar una respuesta a
todo aquello, una razón…
Sacó su celular de la campera pero cuando quiso marcar el número de Mica, su novia,
vio casi con un asomo de terror que su teléfono no tenía batería, lo había cargado hacía
solo unas horas…
Se apoyó en la mesa escritorio, casi sin saber si debía dejar que sus manos la tocaran, si
debía tocar algo de lo que estaba allí…
Trató de calmarse, debía pensar, relacionar los hechos sucedidos.
Desde que Titi se había ido, Leandro no había vuelto al campo.
Habían pasado diez años y él había sentido la necesidad de acercarse a su abuelo, a sus
recuerdos… Su curiosidad por aquel libro no había desaparecido nunca de su mente.
Su abuelo pasaba horas leyéndolo, sin dejar jamás que él lo viera y ahora, ahora que
había logrado tenerlo entre sus manos, lo habría y descubría doscientas páginas en
blanco!...
Y … la habitación cerrada, los vidrios cubiertos de vapor, su celular sin batería y la
temperatura que cada vez parecía ir aumentando un poco mas.
¿Qué significaba todo esto?, parecía una broma de mal gusto, tal vez de eso se trataba,
de una broma de mal gusto… ¿pero de quién? Y ¿cuál era el sentido, el por qué?...
Titi siempre le había dedicado tiempo, lo había escuchado y había compartido sus
juegos y siempre le había recomendado “no sucumbir ante ninguna tentación”, sí…
ahora lo recordaba, siempre repetía esa frase.
Él había sido su único nieto, hijo de su única hija. Su madre y Titi mantenían una
relación de respeto distante.
Su abuelo jamás le había querido hablar a su hija sobre su madre, ni sobre historia
familiar alguna.
La madre de Leandro, Isabel, había muerto tiempo después de la muerte de Titi.
Había muerto de un ataque al corazón… allí, en el campo…!...
Su cabeza le daba vueltas, todo alrededor de él daba vueltas…
Volvió hacia la puerta, tiró con fuerza e insistencia. Su cuerpo estaba tembloroso. Las
manos mojadas se le resbalaban.
Volvió hacia la ventana, el cielo estaba completamente oscuro, golpeó con fuerza los
vidrios, estos se rompieron atravesándole las manos.
Cayó al piso gimiendo de dolor, trató desesperadamente de cubrirse con su ropa las
heridas, como tratando de protegerse, cuando descubrió que dos vidrios habían
atravesado completamente sus muñecas… estaba desangrándose…
Con la poca fuerza que le quedaba tomó el libro que estaba sobre el sillón beige de su
abuelo.
Arrancando con un desesperado grito de dolor los vidrios de sus brazos abrió con uno
de los trozos afilados las tapas.
Las abrió, mordiéndose los labios, capturado por una especie de odio que recorría su
cerebro y hacía explotar su llanto.
Las abrió ferozmente y al hacerlo su sangre empapó las hojas en blanco. Miró alterado,
al borde de un shock nervioso, no había NADA, NADA!, nada escrito, nada dibujado,
ni una mancha!...
Arrancó las tapas con los dedos casi inmóviles, acalambrados por el dolor y una herida
que parecía agigantarse mas ante el menor esfuerzo.
Las arrancó y todo su cuerpo pareció ser arrancado.
Las arrancó y en el dorso interno que une a ambas vio letras, letras mínimas, al fin!, al
fin algo que lo ayudaría a entender…
Acercó el cartón a sus ojos y leyó
“La Curiosidad mata al Hombre”.
Fin
sábado, 27 de septiembre de 2008
1095 días
Fernando iba sentado cómodamente junto a Elena.
Ella sin duda era la mujer de su vida.
Viajaban hacia el sur. Habían coincidido en este viaje por casualidad, ambos iban a
pasar unos días a una casona encantadora rodeada de jardines.
Fernando estaba extasiado con sus ojos, quería impresionarla, quería mostrarle todo lo
que él era capaz de hacer, lo culto que era, lo interesantes que podían llegar a ser sus
encuentros.
Él sentía que ella también sentía una gran atracción hacia él.
Elena le acarició el cabello y él sintió con solo el roce que su cuerpo se distendía y sus
ojos comenzaban a cerrarse…
Ella lo estaba acariciando!, no podía dormirse en ese momento.
A Elena le daba mucha ternura observarlo dormido como una criatura, la tranquilizaba
verlo tan relajado.
Fernando la tomó por los hombros y acercó su boca a su cuello lentamente.
Acercó ahora su boca a sus labios, los tocó sintiendo el éxtasis inundándolo
y comenzó a besarla, ella respondió con todo su ser, así lo sintió realmente Fernando.
Elena corrió el flequillo castaño de él hacia un costado y puso la mano sobre su frente.
Estaba profundamente dormido.
Él se entregó al beso como si fuera a durar siglos.
Ella notó que su respiración estaba entrecortada y por momentos acelerada, tomo su
mano, firme y suavemente.
Él se inclinó hacia delante, ella temió que fuera a caer y lo sostuvo con sus brazos. Él la
abrazó sintiendo su perfume tan familiar. Le abrió la blusa, hubiera deseado que
estuvieran completamente solos, pero aún así deslizó su mano por el corpiño y tocó su
seno tibio y hermoso.
Ella se reclinó sobre él, quería observarlo mas detenidamente, quería corroborarlo todo.
Fernando se recostó sobre ella con la cabeza encima de su abdomen semidesnudo,
acarició sus piernas y rodeó sus glúteos deseando que sus jeans desaparecieran.
Ese fue el comienzo de una relación que ya llevaba 1095 días, 1095 días solo con ella.
Para él no existía más que el cabello rizado y los ojos miel de Elena, su cuerpo y esa
vida que habían construido juntos.
El jardín de su casa se extendía frente a él y su silla.
Allí estaba ella junto a la fuente, como siempre a esa hora, hablando con una de las
empleadas. Siempre parecía temerosa. A veces no lograba entenderla a pesar de amarla
tanto.
Generalmente cuando él hablaba, ella estaba como ausente, parecía no escucharlo, no
comprender sus anhelos.
Ahora mismo acababa de sentarse junto a él y se quedaba mirándolo, acariciándole el
cabello como siempre, si bien eso a él le gustaba mucho, ella parecía no estar totalmente
allí. Esta situación empezaba a impacientarlo por primera vez, la había visto hablando
con él nuevamente, con él, su peor enemigo, ver a este hombre cerca de su amada
despertaba sus peores sentimientos.
Tenía que alejarla de Copdevilla, él la usaría para la venganza.
Ella empujaba la silla, él sentía que volaba con los brazos abiertos.
El avión estaba atestado de pasajeros, al girar la cabeza lo había visto, había vuelto a ver
a ese hombre maligno allí, estaba en todas partes.
Su paracaídas se abrió justo a tiempo, cuando Fernando ya había comenzado a temer.
Sabía que ella estaba abajo, esperándolo. Ella siempre estaba en el momento preciso,
pero también estaba cerca de ese hombre.
Elena lo levantó del piso asustada. Él se paró de un solo salto, la tomó de la mano y le
pidió que volvieran caminando a la casa.
La silla giraba rápido, la preocupación de Elena era constante. No debería haberlo
dejado solo, ni aún cinco minutos, el tiempo que había tardado en traer el té.
Fernando había decidido defenderse del complot de Facundo Copdevilla, ambos habían
pertenecido a una orden oscura y ya desde hacía muchos años eran enemigos.
Debía tener listas las espadas, así era el ritual, él volvería y pelearía de hombre a
hombre como la última vez, en la cual Fernando había vencido.
Capdevilla veía a Elena a escondidas, en las afueras de la propiedad. Fernando se
mantenía oculto, observando, aunque siempre temiendo la reacción de esta.
No podía decirle a Elena la verdad, ella no lo escuchaba, no lo escuchaba desde
siempre, pero él la amaba a pesar de todo.
Elena entró de repente en la cocina y la vio. Vio su espada.
Fernando la tenía sobre sus piernas.
Elena le preguntó que hacia con eso allí, él no pudo pronunciar palabra, ella tomó el
arma y la volvió a guardar en su lugar.
- Los cuchillos son peligrosos Fernando – le dijo – no juegues con ellos – y lo
llevó al jardín.
Habían pasado años y él sabía que su enemigo volvería aquel atardecer, como lo
hacía siempre.
Espero tras los arbustos.
Capdevilla la sujetaba por la cintura…
- No te preocupes tanto Elena – le decía – estás haciendo todo lo posible.
Elena lo besó, Fernando sintió que su cabeza explotaba.
Luego ella entró a la casa a buscar sus cosas como de costumbre.
Fernando lleno de odio, castigó a su caballo para que corriera mas velozmente, y con la
espada en alto, atacó a su mortal enemigo clavándosela en la espalda.
Este lleno de dolor y con los ojos inyectados de sorpresa, cayó al piso.
Elena apareció presurosa, con el rostro sereno, rostro que se convirtió de repente en una
pálida máscara ojerosa.
Gritando corrió hacia Facundo.
Fernando estaba en el piso, había caído de su silla de ruedas, aún tenía el cuchillo lleno
de sangre en su mano.
Elena no había imaginado nunca que la locura de su hermano podía llevarlo hasta tal
extremo, el extremo de matar…
Y matar a su novio, ¿por qué?!.
Fernando sonreía mudo, había vencido.
Desde hacía mas de tres años estaba internado allí, en el centro psiquiátrico y hacia
cuatro que no pronunciaba una palabra.
Fin
Ella sin duda era la mujer de su vida.
Viajaban hacia el sur. Habían coincidido en este viaje por casualidad, ambos iban a
pasar unos días a una casona encantadora rodeada de jardines.
Fernando estaba extasiado con sus ojos, quería impresionarla, quería mostrarle todo lo
que él era capaz de hacer, lo culto que era, lo interesantes que podían llegar a ser sus
encuentros.
Él sentía que ella también sentía una gran atracción hacia él.
Elena le acarició el cabello y él sintió con solo el roce que su cuerpo se distendía y sus
ojos comenzaban a cerrarse…
Ella lo estaba acariciando!, no podía dormirse en ese momento.
A Elena le daba mucha ternura observarlo dormido como una criatura, la tranquilizaba
verlo tan relajado.
Fernando la tomó por los hombros y acercó su boca a su cuello lentamente.
Acercó ahora su boca a sus labios, los tocó sintiendo el éxtasis inundándolo
y comenzó a besarla, ella respondió con todo su ser, así lo sintió realmente Fernando.
Elena corrió el flequillo castaño de él hacia un costado y puso la mano sobre su frente.
Estaba profundamente dormido.
Él se entregó al beso como si fuera a durar siglos.
Ella notó que su respiración estaba entrecortada y por momentos acelerada, tomo su
mano, firme y suavemente.
Él se inclinó hacia delante, ella temió que fuera a caer y lo sostuvo con sus brazos. Él la
abrazó sintiendo su perfume tan familiar. Le abrió la blusa, hubiera deseado que
estuvieran completamente solos, pero aún así deslizó su mano por el corpiño y tocó su
seno tibio y hermoso.
Ella se reclinó sobre él, quería observarlo mas detenidamente, quería corroborarlo todo.
Fernando se recostó sobre ella con la cabeza encima de su abdomen semidesnudo,
acarició sus piernas y rodeó sus glúteos deseando que sus jeans desaparecieran.
Ese fue el comienzo de una relación que ya llevaba 1095 días, 1095 días solo con ella.
Para él no existía más que el cabello rizado y los ojos miel de Elena, su cuerpo y esa
vida que habían construido juntos.
El jardín de su casa se extendía frente a él y su silla.
Allí estaba ella junto a la fuente, como siempre a esa hora, hablando con una de las
empleadas. Siempre parecía temerosa. A veces no lograba entenderla a pesar de amarla
tanto.
Generalmente cuando él hablaba, ella estaba como ausente, parecía no escucharlo, no
comprender sus anhelos.
Ahora mismo acababa de sentarse junto a él y se quedaba mirándolo, acariciándole el
cabello como siempre, si bien eso a él le gustaba mucho, ella parecía no estar totalmente
allí. Esta situación empezaba a impacientarlo por primera vez, la había visto hablando
con él nuevamente, con él, su peor enemigo, ver a este hombre cerca de su amada
despertaba sus peores sentimientos.
Tenía que alejarla de Copdevilla, él la usaría para la venganza.
Ella empujaba la silla, él sentía que volaba con los brazos abiertos.
El avión estaba atestado de pasajeros, al girar la cabeza lo había visto, había vuelto a ver
a ese hombre maligno allí, estaba en todas partes.
Su paracaídas se abrió justo a tiempo, cuando Fernando ya había comenzado a temer.
Sabía que ella estaba abajo, esperándolo. Ella siempre estaba en el momento preciso,
pero también estaba cerca de ese hombre.
Elena lo levantó del piso asustada. Él se paró de un solo salto, la tomó de la mano y le
pidió que volvieran caminando a la casa.
La silla giraba rápido, la preocupación de Elena era constante. No debería haberlo
dejado solo, ni aún cinco minutos, el tiempo que había tardado en traer el té.
Fernando había decidido defenderse del complot de Facundo Copdevilla, ambos habían
pertenecido a una orden oscura y ya desde hacía muchos años eran enemigos.
Debía tener listas las espadas, así era el ritual, él volvería y pelearía de hombre a
hombre como la última vez, en la cual Fernando había vencido.
Capdevilla veía a Elena a escondidas, en las afueras de la propiedad. Fernando se
mantenía oculto, observando, aunque siempre temiendo la reacción de esta.
No podía decirle a Elena la verdad, ella no lo escuchaba, no lo escuchaba desde
siempre, pero él la amaba a pesar de todo.
Elena entró de repente en la cocina y la vio. Vio su espada.
Fernando la tenía sobre sus piernas.
Elena le preguntó que hacia con eso allí, él no pudo pronunciar palabra, ella tomó el
arma y la volvió a guardar en su lugar.
- Los cuchillos son peligrosos Fernando – le dijo – no juegues con ellos – y lo
llevó al jardín.
Habían pasado años y él sabía que su enemigo volvería aquel atardecer, como lo
hacía siempre.
Espero tras los arbustos.
Capdevilla la sujetaba por la cintura…
- No te preocupes tanto Elena – le decía – estás haciendo todo lo posible.
Elena lo besó, Fernando sintió que su cabeza explotaba.
Luego ella entró a la casa a buscar sus cosas como de costumbre.
Fernando lleno de odio, castigó a su caballo para que corriera mas velozmente, y con la
espada en alto, atacó a su mortal enemigo clavándosela en la espalda.
Este lleno de dolor y con los ojos inyectados de sorpresa, cayó al piso.
Elena apareció presurosa, con el rostro sereno, rostro que se convirtió de repente en una
pálida máscara ojerosa.
Gritando corrió hacia Facundo.
Fernando estaba en el piso, había caído de su silla de ruedas, aún tenía el cuchillo lleno
de sangre en su mano.
Elena no había imaginado nunca que la locura de su hermano podía llevarlo hasta tal
extremo, el extremo de matar…
Y matar a su novio, ¿por qué?!.
Fernando sonreía mudo, había vencido.
Desde hacía mas de tres años estaba internado allí, en el centro psiquiátrico y hacia
cuatro que no pronunciaba una palabra.
Fin
El Ascensor
Salió de su departamento. Se paró frente al ascensor y miró el rectángulo de la puerta de
madera marrón. Vio nuevamente esos reflejos azules. Parecía haber una persona
flotando allí.
Su cuerpo se sentía empujado, algo lo imantaba, lo atraía hacia el interior de esa capsula
de cemento que parecía un nicho.
La luz se encendió en el espacio lleno de sombras negras y azules fluorescentes.
Abrió la puerta, entró. Pulsó el cero.
Se miró en el espejo, hubiera querido abrirse el rostro con un pedazo de este. Se
acomodó la corbata, sintió su perfume llenándolo todo. Tocó las paredes llenas de
texturas, ese color crema… ¡qué sensación de tristeza monótona!, ¡de desesperación
algo fúnebre!.
Salió del ascensor casi sintiendo que sus pies se pegaban a el.
Hacía solo unos días que vivía en un décimo piso. Siempre había preferido estar cerca
del suelo.
Desde el primer momento en que había tenido que abordar ese lúgubre transporte se
había sentido capturado, intensamente atraído.
Este solo ocupaba sus pensamientos en aquellos momentos en que debía utilizarlo y no
se cuestionaba así mismo lo que le estaba ocurriendo, ni se lo contaba a nadie.
Esa noche llegó cansado, iba a ser una larga noche, quería dejar todo arreglado porque
había invitado a Miguel y a Pedro a almorzar al día siguiente.
Subió y antes de que se diera cuenta la puerta del ascensor se había cerrado, no era
automático.
Sin intranquilizarse demasiado se apoyó en el espejo, sintió una sensación de ardor, una
corriente de dolor a lo largo de sus brazos, de su espalda y de su ingle. Estaba inmóvil y
con los ojos fijos en el techo. El ascensor se detuvo en el noveno piso y abrió sus
puertas obligándolo a descender. Él con la camisa ensangrentada y la mirada perdida
cayó de rodillas.
Subió las escaleras arrastrándose. La sangre comenzó a teñir también sus pantalones. En
su rostro no se reflejaba gesto alguno.
Entró a su casa empujando al resto de su cuerpo con sus brazos.
Se metió en la bañera.
De repente pareció despertar de su estado hipnótico.
Tomó el desinfectante y las vendas y tapó sus extrañas heridas.
Ordeno perfectamente el resto de su departamento.
Se acostó en su cama impecablemente tendida con sábanas llenas de manchas rojo
oscuras.
Sus amigos llegaron un rato antes del almuerzo.
Llegó el momento del acostumbrado brindis y él feliz se levantó y caminó hacia la
cocina, iba a descorchar su mejor champagne.
Pero en el freezer solo quedaba una botella, ¿cómo podía habérsele pasado por alto?.
Les dijo a sus amigos que bajaría al supermercado y en un momento regresaría.
La puerta del ascensor estaba abierta.
Lo estaba esperando.
Él miró hacia los costados…
Entró lentamente. Hacía mucho calor ahí dentro.
Comenzó a bajar, pero de repente la caja mortuoria se detuvo entre dos pisos.
Todo quedo a oscuras.
De pronto aparecieron las sombras, las que veía siempre por el hueco de la puerta
flotando en el precipicio. Sombras con formas humanas, de bocas enormes y ojos
rasgados.
Volvió a sentir el ardor recorriendo su cuerpo.
Su mano subía lenta y suavemente por su cara.
Tenía el parpado derecho en carne viva.
Sus dedos pasaban el filo de la navaja por el contorno de sus pómulos. Los arrastró
luego sobre las paredes tratando de imitar a través de trazos sanguíneos los extraños
rostros que lo rodeaban y parecían sumergirse en él.
Sus dedos se hundieron en el cristal rompiéndolo y este traspaso despacio, muy
despacio sus pies.
Él vibraba en movimientos circulares.
La escena parecía un collage.
Parecía querer hundirse en la obscenidad de su desfiguración.
No había más que la intensidad de su sangre haciendo hervir su cuerpo. El fastidio
incesante del daño prolongado pero necesario.
El ascensor estaba adentro de su mente y aplastaba su cráneo maloliente. Lo aplastaba
cortando sus compulsivas extremidades.
Él ya no podía luchar mas, debía dejar que esa vieja máquina de metal lo torturara hasta
el final, hasta que todo en él al fin se enmudeciera.
El ascensor se detuvo en el décimo piso.
Algo tembloroso entró caminando al departamento. Atravesó la cocina y llegó al
comedor.
Miguel y Pedro lo vieron pasar sin pronunciar palabra, sin hacer movimiento alguno.
Entró a la bañera, siempre al rojo vivo y cerró los ojos.
Estaba exhausto.
Pedro encendió la televisión y Miguel bajó por la champaña.
Fin
madera marrón. Vio nuevamente esos reflejos azules. Parecía haber una persona
flotando allí.
Su cuerpo se sentía empujado, algo lo imantaba, lo atraía hacia el interior de esa capsula
de cemento que parecía un nicho.
La luz se encendió en el espacio lleno de sombras negras y azules fluorescentes.
Abrió la puerta, entró. Pulsó el cero.
Se miró en el espejo, hubiera querido abrirse el rostro con un pedazo de este. Se
acomodó la corbata, sintió su perfume llenándolo todo. Tocó las paredes llenas de
texturas, ese color crema… ¡qué sensación de tristeza monótona!, ¡de desesperación
algo fúnebre!.
Salió del ascensor casi sintiendo que sus pies se pegaban a el.
Hacía solo unos días que vivía en un décimo piso. Siempre había preferido estar cerca
del suelo.
Desde el primer momento en que había tenido que abordar ese lúgubre transporte se
había sentido capturado, intensamente atraído.
Este solo ocupaba sus pensamientos en aquellos momentos en que debía utilizarlo y no
se cuestionaba así mismo lo que le estaba ocurriendo, ni se lo contaba a nadie.
Esa noche llegó cansado, iba a ser una larga noche, quería dejar todo arreglado porque
había invitado a Miguel y a Pedro a almorzar al día siguiente.
Subió y antes de que se diera cuenta la puerta del ascensor se había cerrado, no era
automático.
Sin intranquilizarse demasiado se apoyó en el espejo, sintió una sensación de ardor, una
corriente de dolor a lo largo de sus brazos, de su espalda y de su ingle. Estaba inmóvil y
con los ojos fijos en el techo. El ascensor se detuvo en el noveno piso y abrió sus
puertas obligándolo a descender. Él con la camisa ensangrentada y la mirada perdida
cayó de rodillas.
Subió las escaleras arrastrándose. La sangre comenzó a teñir también sus pantalones. En
su rostro no se reflejaba gesto alguno.
Entró a su casa empujando al resto de su cuerpo con sus brazos.
Se metió en la bañera.
De repente pareció despertar de su estado hipnótico.
Tomó el desinfectante y las vendas y tapó sus extrañas heridas.
Ordeno perfectamente el resto de su departamento.
Se acostó en su cama impecablemente tendida con sábanas llenas de manchas rojo
oscuras.
Sus amigos llegaron un rato antes del almuerzo.
Llegó el momento del acostumbrado brindis y él feliz se levantó y caminó hacia la
cocina, iba a descorchar su mejor champagne.
Pero en el freezer solo quedaba una botella, ¿cómo podía habérsele pasado por alto?.
Les dijo a sus amigos que bajaría al supermercado y en un momento regresaría.
La puerta del ascensor estaba abierta.
Lo estaba esperando.
Él miró hacia los costados…
Entró lentamente. Hacía mucho calor ahí dentro.
Comenzó a bajar, pero de repente la caja mortuoria se detuvo entre dos pisos.
Todo quedo a oscuras.
De pronto aparecieron las sombras, las que veía siempre por el hueco de la puerta
flotando en el precipicio. Sombras con formas humanas, de bocas enormes y ojos
rasgados.
Volvió a sentir el ardor recorriendo su cuerpo.
Su mano subía lenta y suavemente por su cara.
Tenía el parpado derecho en carne viva.
Sus dedos pasaban el filo de la navaja por el contorno de sus pómulos. Los arrastró
luego sobre las paredes tratando de imitar a través de trazos sanguíneos los extraños
rostros que lo rodeaban y parecían sumergirse en él.
Sus dedos se hundieron en el cristal rompiéndolo y este traspaso despacio, muy
despacio sus pies.
Él vibraba en movimientos circulares.
La escena parecía un collage.
Parecía querer hundirse en la obscenidad de su desfiguración.
No había más que la intensidad de su sangre haciendo hervir su cuerpo. El fastidio
incesante del daño prolongado pero necesario.
El ascensor estaba adentro de su mente y aplastaba su cráneo maloliente. Lo aplastaba
cortando sus compulsivas extremidades.
Él ya no podía luchar mas, debía dejar que esa vieja máquina de metal lo torturara hasta
el final, hasta que todo en él al fin se enmudeciera.
El ascensor se detuvo en el décimo piso.
Algo tembloroso entró caminando al departamento. Atravesó la cocina y llegó al
comedor.
Miguel y Pedro lo vieron pasar sin pronunciar palabra, sin hacer movimiento alguno.
Entró a la bañera, siempre al rojo vivo y cerró los ojos.
Estaba exhausto.
Pedro encendió la televisión y Miguel bajó por la champaña.
Fin
viernes, 26 de septiembre de 2008
El Ascensor
The Elevator
He went out of his department. He stopped opposite to the elevator and looked at the
rectangle of the door of brown wood. He saw again these blue reflections. There
seemed to be a person Floating there.
His body was feeling pushed, something him was very attractive , was attracting it
towards the interior of this capsule of cement that was looking like a niche.
The light ignited in the space full of black and blue fluorescent shades.
He opened the door, entered. He touched the zero.
He looked in the mirror, the face had wanted to be opened by a piece of this one.
He accommodated the tie, felt his perfume filling everything. He touched the full walls
of Textures, this color cremates … what a sensation of monotonous sadness!, of
desperation Slightly funereal!.
He went out of the elevator almost feeling that his feet were sticking to.
He was doing alone a few days that he was living in a tenth floor. Always he had
preferred being nearby of the soil.
From the first moment in which he had had to approach this lugubrious transport he
had felt captured, intensely attracted. Alone east was occupying his thoughts in those
moments in which he had to use it and not there was questioning likewise what
happened to him, one was not even telling it to anybody.
This night came tired, it was going to be a long night, wanted to make everything tidy
because he had invited Michael and Peter to having lunch the following day.
He to rise and before he was realizing the door of the elevator had been closed, was not
automatic.
Without being too worried he rested on the mirror, felt a sensation of ardor, one
current of pain along his arms, his back and his groin.He was immobile and with the
fixed eyes in the roof. The elevator stopped in the ninth floor and opened his
doors forcing it to descend. He with the stained with blood shirt and the distant look he
fell down of knees.
He raised the stairs crawling. The blood began to dye also his trousers. In his face was
not reflecting any gesture.
He entered to his house pushing to the rest of his body with his arms.
He got into the tub.
Suddenly it looked like an awakening of his hypnotic condition.
He took the disinfectant and the bandage them and it covered his strange wounds.
I arrange perfectly the rest of his department.
He went to bed in his bed impeccably stretched with sheets full of spots red
Dark.
His friends came awhile before the luncheon.
There came the moment of the used toast and happy he got up and walked towards
He cooks, he was going to uncork his better champagne.
But in the alone freezer a bottle was staying, how could he have been overlooked?.
He said to his friends that he would go down to the supermarket and in a moment he
would return.
The door of the elevator was opened.
It was waiting for him.
He looked at the sides …
He entered slowly. It was hot there inside.
He began to go down, but suddenly the mortuary box stopped between two floors.
Everything I stay in the dark.
Suddenly there appeared the shades, which he saw always for the hollow of the door
floating in the precipice. Shades with human forms, of enormous mouths and eyes
Torn.
He returned to feel the ardor crossing his body.
His hand was rising slowly and softly for his face.
He had the right eyelid in alive meat.
His fingers were passing the edge of the razor for the contour of his cheekbones. It
dragged them then on the walls trying to imitate across blood outlines the strangers
Faces that it were making a detour themselves and seemed to submerge in him.
His fingers sank in the crystal breaking it and this transfer slow, very slow his feet.
He was vibrating in circular movements.
The scene was looking like a collage.
He seemed to want to sink in the obscenity of his disfigurement.
It had not any more than the intensity than his blood making boil his body. The nuisance
incessant of the long but necessary hurt.
The elevator was in of his mind and was squashing his smelly cranium. It was
squashing it cutting his compulsive extremities.
He already could not fight mas, had to allow that this old machine of metal should
torture it even the end, until everything in him to the end was remaining silent.
The elevator stopped in the tenth floor.
Something tremulous entered walking to the department. He crossed the kitchen and
came to dining room.
Michael and Peter saw it to happen without word to declare, without doing any
movement.
He entered to the tub, always to red I live and he closed the eyes.
He was exhausted.
Peter ignited the television and Michael went down for the champagne.
The End
He went out of his department. He stopped opposite to the elevator and looked at the
rectangle of the door of brown wood. He saw again these blue reflections. There
seemed to be a person Floating there.
His body was feeling pushed, something him was very attractive , was attracting it
towards the interior of this capsule of cement that was looking like a niche.
The light ignited in the space full of black and blue fluorescent shades.
He opened the door, entered. He touched the zero.
He looked in the mirror, the face had wanted to be opened by a piece of this one.
He accommodated the tie, felt his perfume filling everything. He touched the full walls
of Textures, this color cremates … what a sensation of monotonous sadness!, of
desperation Slightly funereal!.
He went out of the elevator almost feeling that his feet were sticking to.
He was doing alone a few days that he was living in a tenth floor. Always he had
preferred being nearby of the soil.
From the first moment in which he had had to approach this lugubrious transport he
had felt captured, intensely attracted. Alone east was occupying his thoughts in those
moments in which he had to use it and not there was questioning likewise what
happened to him, one was not even telling it to anybody.
This night came tired, it was going to be a long night, wanted to make everything tidy
because he had invited Michael and Peter to having lunch the following day.
He to rise and before he was realizing the door of the elevator had been closed, was not
automatic.
Without being too worried he rested on the mirror, felt a sensation of ardor, one
current of pain along his arms, his back and his groin.He was immobile and with the
fixed eyes in the roof. The elevator stopped in the ninth floor and opened his
doors forcing it to descend. He with the stained with blood shirt and the distant look he
fell down of knees.
He raised the stairs crawling. The blood began to dye also his trousers. In his face was
not reflecting any gesture.
He entered to his house pushing to the rest of his body with his arms.
He got into the tub.
Suddenly it looked like an awakening of his hypnotic condition.
He took the disinfectant and the bandage them and it covered his strange wounds.
I arrange perfectly the rest of his department.
He went to bed in his bed impeccably stretched with sheets full of spots red
Dark.
His friends came awhile before the luncheon.
There came the moment of the used toast and happy he got up and walked towards
He cooks, he was going to uncork his better champagne.
But in the alone freezer a bottle was staying, how could he have been overlooked?.
He said to his friends that he would go down to the supermarket and in a moment he
would return.
The door of the elevator was opened.
It was waiting for him.
He looked at the sides …
He entered slowly. It was hot there inside.
He began to go down, but suddenly the mortuary box stopped between two floors.
Everything I stay in the dark.
Suddenly there appeared the shades, which he saw always for the hollow of the door
floating in the precipice. Shades with human forms, of enormous mouths and eyes
Torn.
He returned to feel the ardor crossing his body.
His hand was rising slowly and softly for his face.
He had the right eyelid in alive meat.
His fingers were passing the edge of the razor for the contour of his cheekbones. It
dragged them then on the walls trying to imitate across blood outlines the strangers
Faces that it were making a detour themselves and seemed to submerge in him.
His fingers sank in the crystal breaking it and this transfer slow, very slow his feet.
He was vibrating in circular movements.
The scene was looking like a collage.
He seemed to want to sink in the obscenity of his disfigurement.
It had not any more than the intensity than his blood making boil his body. The nuisance
incessant of the long but necessary hurt.
The elevator was in of his mind and was squashing his smelly cranium. It was
squashing it cutting his compulsive extremities.
He already could not fight mas, had to allow that this old machine of metal should
torture it even the end, until everything in him to the end was remaining silent.
The elevator stopped in the tenth floor.
Something tremulous entered walking to the department. He crossed the kitchen and
came to dining room.
Michael and Peter saw it to happen without word to declare, without doing any
movement.
He entered to the tub, always to red I live and he closed the eyes.
He was exhausted.
Peter ignited the television and Michael went down for the champagne.
The End
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Sin Sentido Lumínico
Te Amo
artefacto cobarde
y sin sentido lumínico.
Te Amo
aunque ni un solo estúpido motivo
queda cuerdo
dentro mío.
Un poco de
agua turbia
corriendo entre mis manos
te vuelve real
y yo te Amo.
Es increíble
que siendo yo
tan invencible
me conforme
con amar
un cuerpo maniatado,
tan maltratado
como el tuyo.
artefacto cobarde
y sin sentido lumínico.
Te Amo
aunque ni un solo estúpido motivo
queda cuerdo
dentro mío.
Un poco de
agua turbia
corriendo entre mis manos
te vuelve real
y yo te Amo.
Es increíble
que siendo yo
tan invencible
me conforme
con amar
un cuerpo maniatado,
tan maltratado
como el tuyo.
Dark Birds
The permeable thing
becomes coarse
when the blemish invades
the doubts and
the being becomes dark.
They fly under the birds
and entrust the dizziness
to your spirit.
You do not see them and they
become monotonous and
giant, black and obstinate.
There is closed the twilight,
the undulating flame, is orange.
The parts of metal twist
and the smoke floods the place
in which you are.
What's happen?, why the noise and the silence?...Why the noise and the silence
becomes coarse
when the blemish invades
the doubts and
the being becomes dark.
They fly under the birds
and entrust the dizziness
to your spirit.
You do not see them and they
become monotonous and
giant, black and obstinate.
There is closed the twilight,
the undulating flame, is orange.
The parts of metal twist
and the smoke floods the place
in which you are.
What's happen?, why the noise and the silence?...Why the noise and the silence
Suffering
Suffering that my lachrymal one rubs
and wakes it up.
And the blush
returns to my wet face.
In the gathering full
of transparent veils,
my tremulous legs
interbreed.
I want to shout,
but only I murmur.
To this exceeded sadness
I cannot detain it
though I get lost betweenthe people.
I suffer from your ires,
of your fear
and of your way of saying to me that
still you are.
My confusion
fills with tears.
The soft music
unleashes my strange
sadness.
I go out of the lounge,
go away,
do not want that they see me.
Nobody understand it.
and wakes it up.
And the blush
returns to my wet face.
In the gathering full
of transparent veils,
my tremulous legs
interbreed.
I want to shout,
but only I murmur.
To this exceeded sadness
I cannot detain it
though I get lost betweenthe people.
I suffer from your ires,
of your fear
and of your way of saying to me that
still you are.
My confusion
fills with tears.
The soft music
unleashes my strange
sadness.
I go out of the lounge,
go away,
do not want that they see me.
Nobody understand it.
in the Rocking Chair of Madeira
Then you say that you listen to me,
And how I know that your hands
They support my waist,
If still(yet) feeling
The fret of your fingers
I feel Intact.
What will be?,
And there is no echo.
The mergers happen strange.
I have yearned so much you to belong(concern)
That I do not know
If still then
I will be sat in the rocking chair of wood.
And do not interrupt,
Do not cut this flower,
Already you threw(shot) my little castle of letters,
Now what am I going to make I?,
I knew then your response
And I understood the great thing
That you me had wanted.
You repeated I, I,
Only five times …
And how I know that your hands
They support my waist,
If still(yet) feeling
The fret of your fingers
I feel Intact.
What will be?,
And there is no echo.
The mergers happen strange.
I have yearned so much you to belong(concern)
That I do not know
If still then
I will be sat in the rocking chair of wood.
And do not interrupt,
Do not cut this flower,
Already you threw(shot) my little castle of letters,
Now what am I going to make I?,
I knew then your response
And I understood the great thing
That you me had wanted.
You repeated I, I,
Only five times …
Blasfemas
Blasfemas
y te atreves
a aceptarlo.
Me tiemblan las manos,
tengo el secreto
voraz en mi boca.
Quiero dártelo,
abandonarlo contigo,
quiero abandonarte
y tirarme en el olvido.
Parece casual lo oculto,
absurdo,
como el riesgo
de aceptar tus mentiras
y morderme los labios.
Te encierras
en el ínfimo recinto
de tu obscena meláncolia
y me quitas el barbijo,
me empujas,
me desafías.
y te atreves
a aceptarlo.
Me tiemblan las manos,
tengo el secreto
voraz en mi boca.
Quiero dártelo,
abandonarlo contigo,
quiero abandonarte
y tirarme en el olvido.
Parece casual lo oculto,
absurdo,
como el riesgo
de aceptar tus mentiras
y morderme los labios.
Te encierras
en el ínfimo recinto
de tu obscena meláncolia
y me quitas el barbijo,
me empujas,
me desafías.
You Blaspheme
You blaspheme
And you dare
To accepting it.
Me the hands tremble,
I have the secret
Voracious in my mouth.
I want to give it to you,
To leave it with you,
I want to leave you
And to throw myself in the oblivion.
The secret thing seems to be chance,
Absurdity,
As the risk
Of accepting your lies
And to bite my lips.
You shut in yourself
In the negligible enclosure
Of your obscene Sadness of recollections
And you take the chinstrap from me,
You push me,
You defy me.
And you dare
To accepting it.
Me the hands tremble,
I have the secret
Voracious in my mouth.
I want to give it to you,
To leave it with you,
I want to leave you
And to throw myself in the oblivion.
The secret thing seems to be chance,
Absurdity,
As the risk
Of accepting your lies
And to bite my lips.
You shut in yourself
In the negligible enclosure
Of your obscene Sadness of recollections
And you take the chinstrap from me,
You push me,
You defy me.
Pájaros Oscuros
Lo permeable se vuelve
tosco cuando la
imperfección invade las dudas
y el ser se torna oscuro.
Vuelan bajo los pájaros
y encomiendan el vértigo
a tu espíritu.
No los ves y se
vuelven monótonos y
gigantes, negros y obstinados.
Se cierra el crepúsculo, la llama
ondulante, es naranja.
Se tuercen las partes de metal
y el humo inunda el lugar
en el que estás.
¿Qué pasa?, ¿Por qué el
ruido y el silencio?...
¿Por qué el ruido y el silencio?.
tosco cuando la
imperfección invade las dudas
y el ser se torna oscuro.
Vuelan bajo los pájaros
y encomiendan el vértigo
a tu espíritu.
No los ves y se
vuelven monótonos y
gigantes, negros y obstinados.
Se cierra el crepúsculo, la llama
ondulante, es naranja.
Se tuercen las partes de metal
y el humo inunda el lugar
en el que estás.
¿Qué pasa?, ¿Por qué el
ruido y el silencio?...
¿Por qué el ruido y el silencio?.
en la Mecedora de Madera
Entonces dices que me escuchas,
Y cómo sé que tus manos
sostienen mi cintura,
si aún sintiendo
el roce de tus dedos
me siento Intacta.
¿Qué será?,
y no hay eco.
Se suceden raramente las fusiones.
He añorado tanto pertenecerte
que no sé
si aún luego
estaré sentada en la mecedora de madera.
Y no interrumpas,
no cortes esa flor,
ya tiraste mi castillito de cartas,
¿Ahora qué voy a hacer yo?,
supe entonces tu respuesta
y entendí lo mucho
que me habías querido.
Repetiste yo, yo,
solo cinco veces…
Y cómo sé que tus manos
sostienen mi cintura,
si aún sintiendo
el roce de tus dedos
me siento Intacta.
¿Qué será?,
y no hay eco.
Se suceden raramente las fusiones.
He añorado tanto pertenecerte
que no sé
si aún luego
estaré sentada en la mecedora de madera.
Y no interrumpas,
no cortes esa flor,
ya tiraste mi castillito de cartas,
¿Ahora qué voy a hacer yo?,
supe entonces tu respuesta
y entendí lo mucho
que me habías querido.
Repetiste yo, yo,
solo cinco veces…
de Él para Ella
Inconcluso es el término radiante
de las inusitadas formas de tu sexualidad.
Cautivo estoy de tu sueño.
Tocar tus pechos determinaría mi sexo.
Seria tu esclavo pero no puedo serlo,
porque no puedo ser mi propio verdugo.
Un suspenso aprisiona incondicionalmente
mi inverosímil desconcierto,
tengo en los ojos las gotas heladas
del líquido infinito.
Desfigúrame para que vuelvas a dibujarte
y tus senos vibren sobre mis manos eternas.
No puedo tocarte porque no te deseo,
solo te contengo.
Y no tengo que soltarte
porque soy libre, querida.
de las inusitadas formas de tu sexualidad.
Cautivo estoy de tu sueño.
Tocar tus pechos determinaría mi sexo.
Seria tu esclavo pero no puedo serlo,
porque no puedo ser mi propio verdugo.
Un suspenso aprisiona incondicionalmente
mi inverosímil desconcierto,
tengo en los ojos las gotas heladas
del líquido infinito.
Desfigúrame para que vuelvas a dibujarte
y tus senos vibren sobre mis manos eternas.
No puedo tocarte porque no te deseo,
solo te contengo.
Y no tengo que soltarte
porque soy libre, querida.
Se vuelca lo Invisible
Está trastocado
el tiempo eterno.
Es que es precoz la sabiduría
innata y me vuelvo
hosca y
tardía.
Busco tu supremacía
pero encuentro mi ingratitud.
Me separé
por no hallarme en vos y sé
que soy yo la que busca en la oscuridad,
yo.
Algo lo aletarga todo,
los motivos desaparecen
y se vuelca
lo invisible
en el balde lleno de lágrimas.
La persuasión es extrema
y los canales ambiguos.
Un retardo implacable,
casi inmoral.
Una yuxtaposición
de mortales
que terminan muriendo!.
el tiempo eterno.
Es que es precoz la sabiduría
innata y me vuelvo
hosca y
tardía.
Busco tu supremacía
pero encuentro mi ingratitud.
Me separé
por no hallarme en vos y sé
que soy yo la que busca en la oscuridad,
yo.
Algo lo aletarga todo,
los motivos desaparecen
y se vuelca
lo invisible
en el balde lleno de lágrimas.
La persuasión es extrema
y los canales ambiguos.
Un retardo implacable,
casi inmoral.
Una yuxtaposición
de mortales
que terminan muriendo!.
Después de hablar con Claudio
Se escapó el vestigio
y quedó vacío el fondo,
vencido, aguado,
indefenso, mortal.
Se llenó de presencias la habitación,
alguien habla retumbando
en mis oídos y es cercano.
Me hace inevitable,
¿perdurable?,
no lo sé, pero parece entender
mi sin fin, ¿mi eternidad? latente.
Estoy muerta y no he encontrado
a nadie
capaz de levantar mi oscuro velo,
no he encontrado a nadie
que me rememore,
que sepa a que había venido yo.
El desapego crea
la inmaculada tradición,
la de volver constantemente
a ser aquello que me inspiro.
y quedó vacío el fondo,
vencido, aguado,
indefenso, mortal.
Se llenó de presencias la habitación,
alguien habla retumbando
en mis oídos y es cercano.
Me hace inevitable,
¿perdurable?,
no lo sé, pero parece entender
mi sin fin, ¿mi eternidad? latente.
Estoy muerta y no he encontrado
a nadie
capaz de levantar mi oscuro velo,
no he encontrado a nadie
que me rememore,
que sepa a que había venido yo.
El desapego crea
la inmaculada tradición,
la de volver constantemente
a ser aquello que me inspiro.
Por qué nos Separamos?
Por qué nos separamos?...
Diste un paso hacia la izquierda
y yo caminé hacia la derecha,
al mismo tiempo.
Por qué no me miraste
cuando te mire?,
lo hiciste un segundo después,
pero yo ya no te miraba.
Nos cruzamos
en el vaivén ondulante…
recuerdo que casi te
rocé la mano,
pero no me atreví,
no me atreví a tomarte.
Era demasiado magnífico.
Diste un paso hacia la izquierda
y yo caminé hacia la derecha,
al mismo tiempo.
Por qué no me miraste
cuando te mire?,
lo hiciste un segundo después,
pero yo ya no te miraba.
Nos cruzamos
en el vaivén ondulante…
recuerdo que casi te
rocé la mano,
pero no me atreví,
no me atreví a tomarte.
Era demasiado magnífico.
Padecimiento
Padecimiento que roza
mi lagrimal
y lo despierta.
Y el rubor
vuelve a mi cara mojada.
En la tertulia llena
de velos transparentes,
mis piernas temblorosas
se entrecruzan.
Quiero gritar, pero
solo murmuro.
A esta tristeza desbordada
no puedo detenerla
aunque me pierda
entre la gente.
Padezco de tus iras,
de tu miedo
y de tu manera
de decirme que aún
estás.
Mi desconcierto
se llena de lágrimas.
La música suave
desencadena mi extraña
melancolía.
Salgo del salón,
me voy,
no quiero que me vean.
Nadie lo entendería.
mi lagrimal
y lo despierta.
Y el rubor
vuelve a mi cara mojada.
En la tertulia llena
de velos transparentes,
mis piernas temblorosas
se entrecruzan.
Quiero gritar, pero
solo murmuro.
A esta tristeza desbordada
no puedo detenerla
aunque me pierda
entre la gente.
Padezco de tus iras,
de tu miedo
y de tu manera
de decirme que aún
estás.
Mi desconcierto
se llena de lágrimas.
La música suave
desencadena mi extraña
melancolía.
Salgo del salón,
me voy,
no quiero que me vean.
Nadie lo entendería.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)